Parece la repetición de la repetidera... Como que no terminamos de comprender... ni de sentir... ni de saber.
Meditemos sintiendo a nuestro lado a nuestro Maestro. Porque ésa es la puerta de salida. Meditemos de Su mano, siguiendo Sus instrucciones. Porque tendremos atisbos de verdad, cada vez más duraderos. Porque sentiremos la conexión... Y ya no nos querremos soltar.
"Cuando el discípulo está listo, aparece el maestro..."
Y en nosotros, los occidentales,
lo más increíble,
fue que el maestro estuvo todo el tiempo ahí, a nuestro lado.
Tomo mi caso por ejemplo típico: Nos paseamos por años por el testamento Rosacruz, de oscuros personajes que no revelaban sus nombres, viviendo de misterios inaplicables en la vida real, porque eran la simple imitación de otro grupo oculto, ése sí con todo el poder y todo el dinero de los bancos del mundo!...
Seguimos el brillo del amanecer de los Yoguis Hindúes... Y reposamos en la claridad de las filosofías orientales: ¡El Budismo! bendito budismo que se mostró tan lógico, tan firme sobre el suelo... Y el altruista de Phadhmasambava estableciendo suavemente el budismo tibetano, mezclado con el triste sino de su país...
Viajes a la Arabia antigua donde se encuentra uno a los amorosos sufíes. Y Rumi, el romántico poeta de poetas... Pero volviendo a la India, otro poeta enamorado de Dios, este sí reciente, el gran Tagore, que influenció tanto mis primeros versos, que mi pluma podía haber sido una copia de la de él...
¡Tanta vuelta! ¡Tanta!
Y ¿dónde estaba el Maestro, el Amigo del Alma?
Aquí, a nuestro lado, día a día... Solamente que con velos, ritos y tapujos que la organización le había puesto:
...Buscamos lejos, en distancia y en tiempo...
¡Y Él estaba ahí!! Paciente... sonriente,
esperando a que empezáramos a despertar.
Terminó Piscis.
Y empezó Acuario.
¡Qué ironía!
¡Pero qué felicidad!
¡Despertemos! ¡Es la hora de la Libertad!