Podemos quedar tranquilos. No tenemos que hacer grandes cosas, ni ser los más caritativos, ni los más exitosos, ni los más eficientes en esta vida. Nuestro propósito es ahora claro, como se demostrará en los siguientes párrafos.
Somos conscientes. No necesitamos mayor bendición. Es el más alto de todos los bienes. No se necesita más, porque además, es nuestra esencia y nuestro poder.
Al respecto, gracias a Rupert Sheldrake obtuve una demostración casi geométrica, matemática, de la universalidad de la conciencia que conlleva una definición satisfactoria del Ser Supremo.
Dios es conciencia. Lo entendemos, aunque no lo aceptemos tan completamente. Bien: poco a poco lo asimilaremos. Pero también el Universo es conciencia y nosotros lo somos, igualmente.
O sea que Dios, nosotros, el Universo con sus galaxias y los diez mil seres somos parte de UNA sola Gran Conciencia. El Uno, como siempre hemos intuido.
¿Cómo se demuestra esto? Miremos todo lo que hay: el electrón tiene movimiento, energía, propósito y obedece ciertas leyes.. para esto debe tener una conciencia pequeñísima; una chispita mínima. Los electrones, con otras partículas y fuerzas, constituyen las moléculas, que ya tienen propiedades y aptitudes más evidentes y, por lo tanto, tienen una conciencia pequeña, pero superior a la de las partículas.
De ahí hacia arriba continúa la cadena de la complejidad de la vida con las células que, están muy vivas y evidentemente, con una micro conciencia que les permite decidir qué asimilan y qué rechazan; si es momento de dividirse o de combinarse para formar tejidos, por ejemplo, o de cumplir una función. Tejidos de diversas clases que, incluso son sensibles a influencias externas y pueden enfermarse o regenerarse, gracias a su nivel de conciencia.
Más arriba, los órganos serán aún más conscientes, con limitaciones, lógicamente, en su aturdimiento borroso de una evolución de esa conciencia que poseen mínimamente. Luego los microorganismos, que sería tonto considerar maquinitas que funcionan automáticamente; para finalizar en las plantas, los inteligentes animales y los super conscientes (al menos en teoría) seres humanos.
Paralelamente, por un camino más básico que ya recorrieron los individuos mencionados previamente, los elementos químicos forman minerales y estos cristalizan siguiendo unos planes que probablemente disfrutan en su belleza, progresando a lo largo de millones de años... como las rocas que conforman y las montañas... Sagradas para tantas culturas y que impávidas, miran al infinito como meditando, el paso de los siglos. Y el sol, las estrellas, los planetas, las galaxias... todos partes del Gran Pensamiento... del impulso original de creación, que no tiene otro objetivo que seguir creando belleza y perfección.
Ahí, otra maravillosa conclusión que resuelve uno de nuestros problemas más esenciales: ¿Cuál es el Propósito de mi vida? ¿Cuál es el propósito de este mundo?
¿Cuál? Pues, muy sencillo: Disfrutar de la conciencia enfocada a la creatividad... esto es, saborear la Armonía, que es a lo que todo tiende, aunque no sea evidente en nuestra situación actual.
Por ello, modifiqué el título que en una entrada antigua de este blog le di a Dios, para no usar el confuso y controvertido término que se usa para la atracción humana (Amor): Ya no le digo el Pulso Consciente del Amor, sino que ahora lo llamo el Pulso Consciente de la Armonía. Con ello evito el término universalmente deformado por los celos, la posesión, el apego y el miedo a la pérdida.
Quedamos entonces tranquilos. ¡Somos! no cualquier cosa, sino lo más elevado: La Conciencia Infinita. No estamos solos: somos infinitos; no moriremos (somos eternos como lo ha sido siempre la conciencia) y, sobre todo, tenemos un Propósito (por fin, de fácil interpretación para cada uno, sin importar cuál sea nuestra actividad en el mundo): ¡La Armonía!
¿Qué más podemos pedir?
No resta sino practicar un poco en el día a día.

