viernes, 17 de diciembre de 2010

Triste historia de los Especialistas

Dolores asustada, tropezando:
No vi su alfombra aséptica, doctor. ¡Perdone!
Blanco maniquí omnisapiente, con mirada ionizante de pantalla,
le ordena: -¡Siéntese! Y describa qué le pasa.-



Ansiosa por conocerlo. Dicen por ahí que tiene bisturís en vez de manos.
Mas sospecho su redondo corazón… ¡Vengo a contarle!
-Bien. Detalle su dolencia-.


Todo me duele doctor, desde aquel día.
El pecho, principalmente, se me cierra;
Las piernas, no me llevan a ninguna parte y mis ojos no ven ya los colores.
¿Cree usted que se deba a aquel fracaso? 
-Ignoro qué pasó. ¡Los síntomas!-

La noche es dinosaurio que me aplasta.
El respiro silba burlón y mordisquea al insomnio.
Sin encontrar posición, giro sobre párpados forzados de veleta.
Sudo aguaceros hirvientes en la madrugada. ¿Piensa usted que sea un mal del alma?
-No hay males del alma. ¡Continúe su relato!-

El viento me persigue, el otoño me congela. El verano me quema
y mi vista la lluvia inunda. ¿Querría usted doctor, recetarme un tratamiento?
- ¡Imposible! No soy especialista.-
¡Por Dios, doctor! ¿Qué me está diciendo?

-No se estrese. Firmo mi diagnóstico:
Busque al cardiólogo del pensamiento arrítmico,
al traumatólogo de las ideas enyesadas,
y al oftalmólogo de estrábicos anteojos.
Ojala no coincida con el súbito desánimo del endocrinólogo,
y pueda encontrar al asmático alergista.                                        
Entre ellos, al fin, sabrán curarla-

¿Y me cobrarán? 
-Todos cobramos, señora.
¡Los médicos también comemos!
Las farmacéuticas no premian nuestra entrega
y tan solo la nuclear nos escupe centavitos.

Son ricos... Si se enferman, ¿Qué hacen? ¿Mueren? -A veces.
Pues vamos al cardiólogo, al traumatólogo, al oftalmólogo,
al endocrinólogo y al alergista.

Así, nuestra industria
de la pastilla amarga crece; y entre todos,
logramos que nuestro laboratorio clínico florezca.-


Doctor ¡Qué charco de jeringas malolientes!
Mejor abrazo y me llevo mis dolores. ¡Míos, merecidos y auténticos!

¡La Medicina, la Dama respetada entre las damas,
se fragmentó en mil amnésicos autómatas
y se perdió entre la muchedumbre, con Alzheimer!