domingo, 22 de junio de 2014

Meditación del Instante Santo


Recuerdo guías de meditación budistas que recomendaban imaginarnos sentados frente a un lago con suave oleaje, mientras acallábamos nuestra mente paulatinamente, para que el agua empezara también a calmarse, hasta el punto de que su superficie fuera un espejo donde se reflejara la Luna llena.

De manera similar, en la meditación del Instante Santo, -llamada así, porque nos hacemos el propósito de lograrlo al menos por un instante-, fijos en el presente, anclados en el momento actual, sin dejarnos tirar hacia atrás por el pasado ni preocupar o ilusionar por el futuro, es posible entrar en una especie de callejón que conduce directamente hacia el centro de la Galaxia de Galaxias, que se avisora desde uno de los millones de planetas que debemos saltar como piedras de río, con el fin de llegar al Otro Lado: a las cercanías del Paraiso...

...Visión espectacular de la que ya nada mundano puede distraernos... Cesa la lucha por mantenerse en meditación, porque la meditación misma nos absorbe.

Nos hemos colocado en el centro de nosotros mismos y de allí nadie nos puede mover.

Agazapados en nuestro pequeño planeta fronterizo, como el Principito, escudriñando en la distancia ese relámpago de luz brillante en espiral, suspiramos por el anhelado Retorno al Hogar. Como el hijo pródigo. Sin saber si allí alguien tal vez nos espera... Como en efecto, Alguien nos espera con ansia y amor.

Respiramos profundamente y nos damos ánimo para dar el salto. El Gran Salto. Tal vez lo que otros llaman La Ascención. La Sublimación. El Trascender. El Samadhi. Y.. ¡Qué sorpresa! no se requirió de más que de un pequeño esfuerzo de nuestra parte, un romper por un momento el miedo y saltar, para que una Fuerza indecible nos acogiera, conduciéndonos al centro mismo de lo más brillante de esta nebulosa.

Nos abandonamos al vuelo delicioso y fresco, libres por primera vez, seguros de que nada malo puede suceder y concientes de nuestra eternidad y totalidad.

Es allí cuando el lago budista, hecho de millones de estrellas con sus satélites y meteoros, se muestra a nuestra vista con sus olas doradas y de suavidad infinita.

Termina nuestro salto cuántico, lanzándonos de cabeza como campeón de natación en ese mar dorado de Amor que ondula en música y abraza maternalmente. Quedamos con el cuerpo cubierto de partículas de oro... Como en Guatavita cuando se investía el nuevo cacique: el Zipa.


La sensación del ingreso es neutra, pero vital y poderosa. Entramos en el líquido fotónico y nuestros brazos se ven cristalinos al nadar bajo la superficie. Caemos en cuenta de que el resto del cuerpo tambien se ha hecho transparente.

El transparente de una gota de agua que cae en el mar:



Entraremos en nuestra escencia. En nuestro origen. Por un instante estaremos en el corazón de Dios.

Ese es el Instante Santo. El instante de unidad. Del retorno.

Ya no habrá diferencias entre Dios y nosotros... No habrán límites que nos separen de Él, ni de ninguno de nuestros semejantes...

Flotando en el lago dorado, sin ninguna separación de él, ¡Porque ya seremos el mismo mar de polvo de estrellas de oro!

La mejor sensación que podemos experimentar aquí. Con la práctica, podremos prolongar poco a poco este instante, hasta que llegue el momento del despertar total. ...Que a lo mejor, no está tan lejos como nos tememos...

martes, 10 de junio de 2014

Atón Ra, el Sol

En nuestra investigación del autoconocimiento, -porque averiguar quienes somos es un impulso fortísimo, una necesidad imperiosa-, sentimos algo dentro que nos identifica con la LUZ. Y sin entenderlas bien, hacemos definiciones semi sofisticadas alrededor de que "Somos Luz", "El Universo es un destello de Luz y "No existe más que la Luz". Y sí. Así debe ser.

Los egipcios adoraban a Atón Ra, el Sol y sabían que venían de Él y que sin Él no tendrían vida ni existencia. Le hacían templos y reverenciaban su salida en la mañana, y su desaparición aparente en el atardecer. Aquí un fragmento del Himno a Atón:

Tus rayos alimentan todos los campos,
Cuando brillas, ellos viven, ellos crecen para ti;
Tú creas las estaciones para desarrollar toda tu obra:
El invierno para refrescarlos, calor para que te sientan.

Tú has creado el lejano cielo para brillar allí, Para contemplar toda tu obra,
Tú solo, brillando en tu forma de Aton, Elevado, radiante, distante, cercano.

Tú creas de ti mismo millones de formas, Ciudades, pueblos, campos, el curso del río;
Todos los ojos te observan por encima de ellos, Pues tú eres el Aton de las horas del día sobre lo alto.
Tú estás en mi corazón,
Todos aquéllos en la tierra salen de tus manos cuando los creas,
Cuando amaneces ellos viven, Cuando te pones ellos mueren;
Tú eres el tiempo vital en todos tus miembros, todos viven gracias a ti.

Todos los ojos están puestos en tu belleza hasta que te acuestas,
Todas las labores cesan cuando descansas en occidente;
Cuando te levantas haces que todos se apresuren por el Rey,
Todas las piernas están en movimiento desde que fundaste la tierra.


..Y nosotros, en nuestra triste soberbia, pensamos que los egipcios eran paganos ignorantes; a pesar de que, si lo pensamos bien, el Sol, la fuente de energía de nuestro sistema solar, es el mejor símil para mostrar quiénes somos.


Modernamente entendemos que los "cuantos de luz" o los "fotones" o los "quarks", como queramos llamarlos, no son entes individuales, independientes de la fuente que los generó. Analizando el fenómeno, podemos comprender que un rayo de luz no se separa del sol al iluminar la Tierra en la mañana. Mantiene su conexión, pues de lo contrario, perdería su poder energético y dejaría de iluminar.

Qué buen símil para un concepto tan difícil para nuestra mentes y nuestros egos, cuando tratamos de entender que el Creador es Uno y no hay nada aparte de Él... Cuando nos dicen que salimos de Él y que en esencia somos lo mismo que Él... Cuando las instrucciones canalizadas desde una sabiduría incomprensible nos explican que nuestra búsqueda, apenas empezada, ya ha finalizado: que no hay que hacer sacrificios ni grandes esfuerzos para regresar a la Fuente, ¡Porque nunca nos hemos separado de Ella!

Se acaban los ideales épicos. No es necesario ser un valiente cruzado. Los sacrificios que exigen las religiones dominantes, no tienen sentido. No hay nada que nos tengan que perdonar. Porque somos inocentes por naturaleza...  por herencia divina... Intrínsecamente impecables.

Solamente requerimos "abrir los ojos", recuperar la Visión correcta y "ver" la Realidad, en la cual somos parte de Dios y nunca nos hemos alejado de Él, a pesar de nuestros múltiples sueños de aventuras en planetas lejanos y extraños. A pesar de las mil personalidades que hemos adoptado... Los múltiples rostros de Brahma...

Los diezmil Budas somos nosotros: Perfectos, además.


Lo que pasó, simplemente, es que nos pusimos a mirar para otro lado. Nos sumimos en lo denso, por jugar... Y ahora estamos perdidos en nuestro mismo jardín. Pero no hay nada qué temer. ¡Somos! Somos los que Somos.

Dejemos de sentirnos huérfanos y en oscuros Valles de Lágrimas. Deshagámonos de los tristes dogmas y cuentos oscurantistas que buscaban mantenernos atados por el miedo y la culpa.

Somos el bailarín rayo de sol, libre como nadie, 
hermoso como ninguno...  
¡Energía poderosa, eterna e infinita!