Existe un grupo indígena en el norte de Colombia que es un remanente (no más de 2.000 personas) de una comunidad muy especial. Viven en la Sierra Nevada de Santa Marta, -único macizo montañoso que alcanza 5.775 metros de altura ubicado a la orilla del mar- . Basa sus creencias en una Gran Madre, figura creadora, que constituye la fuerza de la Naturaleza. Los Kogui consideran al planeta como un ser viviente.
Viven en bohíos en las alturas y en general no permiten el acceso a sus sitios de vivienda a los extraños. Son un ejemplo de conciencia planetaria, corrección, ética y respeto por el ambiente.
Su cosmogonía habla de que los antiguos hombres provienen de ellos, que son los Hermanos Mayores, mientras todos los demás son considerados Hermanos Menores. La diferencia entre los dos grupos es el conocimiento que sobre la naturaleza tienen los primeros. Desde esa perspectiva, aquellos son los encargados de cuidar y preservar el Mundo, velando para que el ciclo cósmico tenga un buen desarrollo, para que las enfermedades no destruyan la vida y que las cosechas sean buenas.
Conciben el Mundo como dos pirámides sostenidas sobre una misma base. Internamente, lo conforman nueve submundos, cada uno con su propia Tierra y sus propios habitantes. Nuestro planeta está ubicado en el quinto piso. Hacia arriba los mundos están emparentados con la luz y hacia abajo están emparentados con la oscuridad.
La Sierra Nevada de Santa Marta, en cuyas elevaciones ellos habitan, es el Centro del Mundo, con un cuerpo donde los picos nevados representan la cabeza, las lagunas el corazón, los ríos y las quebradas las venas, el suelo los músculos y los pajonales el cabello. Así, toda la geografía de la Sierra es un espacio sagrado.
Todos pertenecen a una casta sacerdotal, de los cuales el llamado "Mamo" es el intermediario entre las fuerzas celestiales y los hombres; su sabiduría y conocimiento permite el equilibrio entre las fuerzas. Existen varios Mamos simultáneamente, quienes se reunen para aconsejar a los demás y muchas veces se aislan como ermitaños para velar -en alguna forma que se asimilaría a la meditación con intención- por los inconcientes habitantes de la Tierra, que han olvidado las normas de convivencia y están acabando con la Naturaleza. Anuncian que el fin del mundo se acerca, pues nosotros no estamos interesados en proteger la Naturaleza y por lo tanto nos dirigimos hacia la autodestrucción.
Ellos preparan desde el nacimiento a sus sacerdotes, para
el mundo místico, en el que ellos actúan para ayudar a la Gran
Madre a proteger la Tierra. Por medio de una profunda meditación y ofrendas
simbólicas, se atribuyen la responsabilidad del balance de armonía y
creatividad en el mundo. Se les respeta mucho también en las tierras bajas, donde los hermanos
menores pensaban que la lluvia oportuna sobre los cultivos se debia
agradecer a los buenos oficios de los mamos.
Los mamos reciben una formación especial. Algunos niños de corta edad son seleccionados para vivir en chozas al pie del glaciar y dentro de ellas son educados en los principios de veneración a las fuerzas naturales y formados por años sin ver el exterior hasta que cumplen 18 años. Entonces son sacados un día a la madrugada y observan un amanecer. A partir de ese día empiezan a aplicar su instrucción místico-religiosa fuera de las chozas y con el tiempo a su vez se convierten en instructores de otros jóvenes que les sucederán. (Wikipedia).
Los mamos reciben una formación especial. Algunos niños de corta edad son seleccionados para vivir en chozas al pie del glaciar y dentro de ellas son educados en los principios de veneración a las fuerzas naturales y formados por años sin ver el exterior hasta que cumplen 18 años. Entonces son sacados un día a la madrugada y observan un amanecer. A partir de ese día empiezan a aplicar su instrucción místico-religiosa fuera de las chozas y con el tiempo a su vez se convierten en instructores de otros jóvenes que les sucederán. (Wikipedia).