sábado, 14 de agosto de 2021

Hipocondríacos y Unidades de Conciencia

Mi cuerpo está conformado por alegres unidades de conciencia que, poderosas y vitales, ¡saben cómo conservarlo sano!

Desmenuzando algo más las consecuencias de asumir el modelo de Unidades de Conciencia emanadas de la Mente del Todo en un primer Big Bang universal, vemos la oportunidad de desechar creencias inconvenientes que tenemos arraigadas desde la infancia y que han llevado en grupo a la Humanidad a este punto de enfermedad permanente y popularización de males. Han contribuido mucho a estas creencias equivocadas y perversas las nuevas escuelas de medicina, financiadas por la industria farmacéutica.

En su "sinceridad", los médicos se dicen obligados a informar al paciente los graves procesos mediante los que un ente externo está devastando su organismo; procesos ya conocidos por el público en general, gracias a los medios de comunicación y las estadísticas, que profetizan que nadie se escapará de alguna o varias de estas enfermedades crónicas (sin remedio conocido por la medicina moderna). Al paciente no le queda más que aceptar la inocente sugestión y caer enfermo tal como lo describen miles de publicaciones puestas a su alcance.

Así, olvidando nuestro sistema inmune y con la "aparición" periódica de virus ensamblados, se van reforzando las creencias que facilitan la baja de defensas y que el cuerpo sucumba a la enfermedad que sea, real o imaginaria. ¡Manada de hipocondríacos!

Dichas creencias están cada vez más metidas en la cabeza de las madres y las nuevas generaciones, resultando un enorme contraste con las generaciones anteriores, que a pesar de nos ser tan asépticas ni tener tantos conocimientos generalizados sobre diabetes, cáncer, hipertensión, lupus, sida y demás, eran grupos humanos inmunes prácticamente a estos nuevos e implacables monstruos.

Los abuelos no pasaban su vejez tomándose la presión, midiendo su glucosa ni cargando por toda la casa un tanque de oxígeno. Comían grasa animal con muchísimo placer, a veces tomaban alcohol, salían a comprar el pan o para ir a la iglesia y tenían la lucidez para aconsejar a hijos y nietos. Y no se diga los viejos campesinos: al sol, trabajando hasta que llegaba la hora de irse. Los ancianos no se volvían dementes. No eran un peso para la familia ni para la sociedad. No se intoxicaban con medicamentos, porque al médico no se le molestaba con nimiedades: El médico se consultaba pocas veces en la vida. En esos años, ¡No se tenía como actitud general el miedo a la enfermedad ni a la vejez.

Como el señor Elías Loaiza hoy en Amalfi, Colombia, que con sus 116 años sigue siendo la cabeza de su gran familia, levantándose temprano a despachar las mulas con panela y haciendo su vida normal.

Todos podemos comparar con la situación actual de "servicios de medicina estatal", totalmente despersonalizados y mercantilizados. Con 15 minutos de atención por paciente (ahora telefónica o virtual, para empeorar la mala calidad de la atención y el diagnóstico), tiempo justo para etiquetar a todos, hasta a los niños, con una de las enfermedades vitalicias que obligatoriamente requieren tratamientos que lo esclavizarán, alimentando día tras día las ventas de quien está en lo alto de la pirámide médica: ¡Las fábricas de píldoras, tabletas y vacunas!

Así la situación y ante nuestra necesidad de una creencia favorable para reeemplazar todo lo que nos han adoctrinado y asustado, 

propongo este especie de mantra que por el medio que sea debemos instalar en nuestro conciente, para que finalmente reemplace la basura que han depositado deliberadamente en él.

Así de fácil, recuperaremos la salud.


Mi cuerpo está conformado por alegres unidades de conciencia que, poderosas y vitales, ¡saben cómo conservarlo sano!