En la reveladora trilogía de Matrix encontré muchísimas pistas sobre la intrigante realidad en que estamos. Le estoy muy agradecida. No obstante, en su primer volumen había un pasaje molesto al que no le quise poner atención, catalogándolo como extremo. Es el episodio de aquella pequeña pila o batería que Morfeo le muestra a Neo, cuando le cuenta que los humanos son usados por “otros” para alimentarse. Le decía que nuestros cuerpos eran simples acumuladores de energía y que para eso éramos “cultivados” en grandes campos.
Ahora, muchos años después, aparentemente en
otro tema de estudio, escucho al joven Matías Di Stefano, quien dice recordar
muchas escenas y enseñanzas adquiridas durante una vida en la lejana Atlántida.
A pesar de lo estrafalario que esto podría sonar,
decidí ver algunos de sus videos en Gaia, que me resultaron muy interesantes e
increíblemente coherentes. Relata lo que dice que sabían los atlantes sobre la
historia de las primeras etapas de población de la Tierra, en diversas épocas y
distintas razas.
Relato que no riñe con las nuevas visiones arqueológicas que vengo siguiendo de distintos sitios en el mundo, además de nuevos yacimientos arqueológicos que van mostrando una historia mucho más larga de lo que nos han hecho creer… y a la vez, concordante con las escrituras antiguas como la Biblia, los relatos griegos y las tradiciones de la India y América.
Todo bien, hasta que dice que estamos controlados desde la sexta dimensión, donde moran seres completamente diferentes que se nutren de emociones. Por lo que las fomentan en nosotros de muchas maneras, para luego cosecharlas.
Pero, ¿Cuáles son nuestras emociones? ¿Qué son?
¿Cómo podrían ser de interés para alguien?
Pues resulta que, recordando mis clases de
Medicina Tradicional China, nuestro cuerpo es un conjunto de conexiones
eléctricas que animan diversos sistemas que se centran en los órganos. (Esta
energía está relacionada también con los chacras, aunque no llamen así los
orientales a los centros energéticos del organismo).
Así, se sabe en acupuntura que cada órgano puede generar emociones, con las cuales un médico experto puede orientar su diagnóstico, así:
El El Corazón genera la emoción conocida como la Euforia (alegría desenfrenada)
El Riñón genera el Miedo
El Pulmón la Tristeza
El Hígado genera la Ira
El Bazo Preocupación.
Cosa muy interesante que me enseñó una sicóloga
hace pocos días es que las emociones son una especie de estallido de la energía…
Seguramente, se ve en el aura de la persona una erupción momentánea, porque
según ella me decía, una emoción solamente dura 90 segundos. ¡No más! Si la ira
dura más de 90 segundos, la persona sufre un infarto.
El miedo también es súbito. Si se convierte en permanente,
se torna entonces un estado de temor patológico y sin causa. Ya no es la
emoción de miedo.
Igualmente, si se hace crónica la tristeza se
vuelve depresión que ya es una enfermedad.
Así que, nuestras emociones son estallidos de
energía que duran a lo sumo, minuto y medio. Después, viene como consecuencia
la agresión, si es que se llega a la acción o un sentimiento, si el proceso es
simplemente interno.
Viéndolo así, y con la desconfianza que se nos
ha vuelto hábito, vemos que muchas actividades que fomentan los medios de
comunicación, agrupan esos mini estallidos de fuerza volviéndolos verdaderas
explosiones. Pensemos en el gol en el estadio. La mitad de la energía lanzada
violentamente al espacio es de alegría y la mitad de decepción. Pero prácticamente
todos -asistentes y televidentes- generan esa erupción.
¿Y las guerras? Dos guerras mundiales se han
provocado sin motivo. ¿Será para recolectar todo esa preocupación, miedo e ira?
¿Hay “alguien” esperando recolectar esa
energía, con algún fin?
Algo parecido en los “conciertos” de música
juvenil, en los que se provoca un verdadero aquelarre de emociones ante gritos de
ultratumba, sonidos bajos, o ritmos elementales.
¿Esa será también la razón del placer y el
apego que la generación de los aplausos genera en los artistas? Podría ser.
Entonces, concluyo con una recomendación obvia para un practicante de budismo Zen: La Serenidad y la Impasividad deben ser nuestras únicas emociones.
Lo que concuerda también con la principal recomendación -difícil de comprender- de Un Curso de Milagros: “¡Perdona todo!”.
Esto es: Nunca atacar, ni siquiera a quien te ataque. No reaccionar, sea cual fuere la situación.
Maravilla, ¿No? Sea cual sea la situación, por fantástica y extrema que pueda llegar a ser, no generar el estallido de 90 segundos de emoción. Que seamos nuestros dueños. Que tengamos el control sobre nuestra energía. ¡Todo esto nos lo habían advertido ya!