No sé si a ustedes les pasa, pero a veces siento que mi cabeza es como la oficina de un presidente en plena crisis. Hay un ruido constante, teléfonos que no paran de sonar, informes urgentes apilándose en la mesa... el banco... un caos. Y en medio de todo, estoy yo, quien se supone debe tomar las decisiones, sintiéndome completamente abrumada.
Lo que les voy a recomendar se parece un poco a lo que nos decían cuando niños: Que un diablito nos hablaba en la oreja izquierda cosas inconvenientes, mientras un angelito (la voz de la conciencia) nos aconsejaba correctamente en el oído derecho.
El Asesor N.1: El asesor del Pánico (El Ego)
Este es el que más grita. Es el que entra a la oficina a la carrera, con la cara desencajada y un montón de carpetas bajo el brazo que dicen "URGENTE" y "PELIGRO".
Lo reconozco porque su lenguaje es siempre el mismo:Empieza con: "¡Tienes que...!", "¡Cuidado con...!", "¡No puedes permitir que...!".
Habla rapidísimo y siempre sobre el pasado (lo que hice mal, o lo que me hicieron a mí) o sobre el futuro (todas las catástrofes que están a punto de ocurrir).
Su consejo siempre se basa en el miedo, la defensa y el ataque. Si me llega un correo, me dice: "¡Responde ya! ¡Deja claro que no fue tu culpa! ¡Cúbrete las espaldas!". Y si alguien se me cuela en el tráfico, es el que grita: "¡Pítale! ¡Que se quite! ¡No dejes que se salga con la suya!".
Para ser sincero, durante la mayor parte de mi vida, he pensado que este asesor era el único que había. El más realista. El que me protegía. El resultado, claro, fue vivir con un nudo constante en el estómago o un disgusto inexplicable.
El Asesor N. 2: El asesor Silencioso (El Espíritu de la Paz)
Luego está el otro consejero. Este es muy diferente. Rara vez levanta la voz. De hecho, casi siempre está sentado tranquilamente en un rincón de la oficina, esperando pacientemente a que yo lo consulte.
Su forma de comunicarse es mucho más sutil:No trae problemas, sino que trae perspectiva.
Su voz no es de pánico, sino de calma. A veces ni siquiera son palabras, es más bien una intuición que me dice: "Espera. Respira. Hay otra manera de ver esto."
Nunca habla del pasado como una carga ni del futuro como una amenaza. Su único interés es devolverme la paz en el presente.
Frente al mismo correo del trabajo, este asesor simplemente me inspiraría a hacer una pausa. Frente al coche en el tráfico, me recordaría que mi paz vale más que tener la razón durante dos segundos.
Solución: Mi Único Trabajo Real
Aquí es donde todo ha empezado a cambiar para mí. Me he dado cuenta de que mi trabajo no es resolver todos los problemas que me trae el Asesor del Pánico. Mi único trabajo real, aquí, sábado por la mañana y el resto de la semana, es elegir a qué asesor escuchar.
Así, la práctica se me ha vuelto muy simple:
Oigo el griterío del Asesor del Pánico en mi cabeza (hemisferio izquierdo)
Hago una pausa y lo reconozco: "Ah, es él otra vez, con sus carpetas rojas."
Hago una pausa y lo reconozco: "Ah, es él otra vez, con sus carpetas rojas."
Respiro hondo y, deliberadamente, giro mi silla imaginaria hacia el Asesor Silencioso y le digo: "Ya escuché la opinión del miedo. Ahora quiero escuchar la tuya. Quiero paz en lugar de este caos."
No siempre funciona al instante, pero cada vez que lo hago, siento como si le bajara el volumen al ruido y empezara a sintonizar otra emisora mucho más tranquila. ¡Estoy construyendo mi paz!
Quizás el despertar del Durmiente no sea más que esto: Aprender, día a día y momento a momento, a esquivar los servicios al asesor del pánico y decirle amablemente: "Gracias, pero hoy no te escucharé. Hoy voy a consultar con mi otro consejero."

