Cuando se nos van los sueños al despertar y no los podemos recordar, se hace así y es infalible:
En la mañana, aún en la cama, boca arriba y con las piernas y brazos estirados, imaginar un punto de luz sobre nuestros pies unidos, que empieza a girar alrededor de nuestro cuerpo estirado,
CLAVE: en el sentido contrario a las manecillas del reloj. OJO: ¡Todo esto con los ojos cerrados!
En la mañana, aún en la cama, boca arriba y con las piernas y brazos estirados, imaginar un punto de luz sobre nuestros pies unidos, que empieza a girar alrededor de nuestro cuerpo estirado,
CLAVE: en el sentido contrario a las manecillas del reloj. OJO: ¡Todo esto con los ojos cerrados!
La
lucecita va generando a su paso una línea dorada espiral que nos
enuelve (según me enseñaron originalmente, contra malas energías) y dependiendo de la densidad con que
queramos envolvernos, va subiendo hacia la cabeza. Al llegar a ella,
podemos volver a bajar siempre envolviendo en contra de las manecillas
del reloj.
El
caso es que cuando uno hace esto, los ojos cerrados describen círculos
en un movimiento inusual que según mi interpretación, desenrolla
literalmente el sueño olvidado y lo vuelve a traer a nuestra mente
conciente.
Ese
es el método. Y como dije: No falla nunca. Es una delicia para que no se escape ningún episodio a los
amantes de interpretar los propios sueños. Espero que les funcione...
Lo encontré, porque desde muy pequeña le dí gran importancia a los sueños. Los anotaba en eternas libretas de letra chiquita, constituyéndose en relatos fantásticos de ciencia ficción, porque mi imaginación nunca tuvo límites. Luego, algunos días despúes, gozaba pasándolos en limpio en un cuaderno bonito y recordando mis aventuras.
Mi hermano menor, en mi cumpleaños me regalaba las libretas que yo consumía ávidamente... hechas a mano, con recortes de papeles usados... ¡Una belleza! Yo las dejaba sobre la mesita de noche con un lápiz y, CLAVE: lo primero que hacía al despertar, antes de hablar o atender algo, era escribir rápidamente las guías que me permitirían recordar la totalidad del sueño de esa noche.
Hubo luego, a los 15 años, muchas libretas quemadas el fuego puro, a cielo abierto, en el Montecito de nuestra casa campestre. Sentía que si alguien las leyera descubriría todos mis secretos sicológicos. Sin embargo, seguían produciéndose más libretas... Y conservo unas dos, que lamentáblemente no son tan locas como las primera, pero me siguen gustando.
Pero cuando vino la juventud, otras cosas ocuparon mi mente y los sueños cambiaron a encuentros con personajes posibles e imposibles de mi fantasía. Y los sueños de vuelos de montaña a montaña y de mundos de lógica inversa desaparecieron por décadas. Ya era yo de los tristes adultos que dicen: "Yo no sueño nada... O si sueño, no me acuerdo" Y es triste, porque el sueño, además de divertir, siempre nos enseña algo relacionado con lo que estamos viviendo.
Vino mi ingreso formal a la práctica de la meditación, y un maestro jovencito me enseñó, por casualidad algo, una metodología, que era para otra cosa: Era una forma de "protegerse" cada mañana contra malas energías. Y así, descubrí que este método rebobinaba la memoria inmediata y permitía recordar el sueño de la noche pasada. ¡Es fabuloso!