sábado, 16 de octubre de 2010

Presentación de la situación

PRÓLOGO  DEL  EDITOR



El blog que hoy está a su alcance, es el resultado de la colaboración de quienes  durante años, guardaron los mensajes, a veces incomprensibles, enviados a ellos gratuitamente por un desconocido autor, escondido bajo el seudónimo de Clöd.

Clöd fue un personaje indefinido, que vivió en los comienzos del siglo XXI. Buscando realización personal, hablaba de iluminarse algún día, y en este esfuerzo descubrió, en sus largas cavilaciones que la meta primera y más accesible, era tratar de despertar en el momento presente. Entendiéndose por “despertar” el ver-las-cosas-como-realmente-son, para partiendo de ahí, en una segunda etapa, ardua posiblemente, pero de meta más visible, esforzarse en el pulimento de su ser y alcanzar,  -ahí sí-, la iluminación a la que se refieren los sabios y pensadores de todos los tiempos.

Inició su recorrido temporal con mil interrogantes que trasladaba a su supuesto creador, de acuerdo con las creencias que le fueron dadas desde pequeño en alguna de las grandes religiones mundiales. Prosiguió su marcha dedicándose frenéticamente a la lectura y al estudio de tradiciones y sectas ajenas, con la esperanza de entender la realidad en algún momento; por ello indagaba incansablemente en todas las filosofías y teorías conocidas...  y las ensayaba todas.

Finalmente, después de muchas tribulaciones, descubrió “algo”, podría decirse irreverentemente –como el Buda-: dos asombrosas verdades universales, en su enunciado no muy parecidas a aquellas de Siddharta, pero concordantes en todo con ellas, exprimidas de su propio cerebro con esfuerzo, sangre y lágrimas. Ellas le condujeron a conclusiones fundamentales, pero nada subjetivas, ni con ninguna connotación religiosa: más bien a fórmulas que exigían soluciones netamente empíricas.

Estas verdades fueron, de manera muy simplificada las siguientes:

1.     Hay un Durmiente que nos está soñando.
2.     Debe haber un camino para despertar.

A partir de ese vital descubrimiento, (cuyo suceso hace recordar las afortunadas casualidades ocurridas a los hombres famosos que inventaron una cosa cuando buscaban otra, o a aquellos que intuyeron las delicadas relaciones infinitesimales de la materia y la vida, cuando aún no se había fabricado el primer microscopio), Clöd dedicó toda su existencia a buscar una metodología que le permitiera saciar esa apremiante necesidad: ¡despertar!

Analizó entonces fríamente el problema, tratando de aplicar a su resolución el método científico, reverenciado por él en sus tiempos de universitario rebelde y socialista, para concluir finalmente, que si es que existe un soñador que sueña y un soñado que actúa, la única alternativa para este último, si no quiere salir maltrecho de esa simbiosis, es tratar de ponerse en contacto con el primero, llamarle la atención y... aunque suene absurdo: ¡establecer con él acuerdos!

En este entretejer de teorías, algoritmos y métodos, pasaron los años y Clöd avanzó en su conocimiento de la problemática existencial, lo que le llevó a entender mejor su relación con el Durmiente. Así, fue descubriendo otra serie de realidades inauditas e inimaginables, en esa tenue textura que une a soñador y sueño, hasta develar, -final y magnífico descubrimiento- que su propia actitud y la fuerza de sus pensamientos, podían también tener efectos visibles e importantes sobre el desarrollo personal del Durmiente, que de ninguna manera era un ser terminado y perfecto, sino que simplemente, se encontraba en una cadena de evolución desconocida y para efectos de la dimensión de Clöd, infinita.

Se detuvo allí en su escudriñar, -pues siempre fue una persona muy inteligente-, al comprender que ir más allá no tenía mayor sentido ni utilidad para su angustia presente. Y se dedicó entonces a ensayar mil métodos, pasando por reuniones ocultistas de jueves a media noche, prolongados retiros silenciosos y de negro, animadas excursiones de jóvenes seguidores de patriarcas tibetanos, carismáticos hablando lenguas muertas, señoras en trance cayéndose de espaldas, telépatas, adivinos, enfermos curándose instantáneamente en estadios de fútbol, mediúmicas y a veces ininteligibles sesiones con espíritus que se extendían en los temas más triviales imaginados... los astros, regresiones... Pero donde finalmente tuvo alguna respuesta, fue en la meditación.

En meditación había muchos estilos. Pero lo curioso era que, interrogados por Clöd aquellos que de una forma u otra meditaban, no tenían muy claro el fin que perseguían con su práctica, tal vez porque sus tradiciones habían pasado por siglos de transmisión oral, en ocasiones, y en otras por el deliberado celo de sus conservadores, debido a las muchas persecuciones históricas a este tipo de  actividades, que claramente estuvieron siempre fuera del sistema impuesto en cada época.

Ahí fue cuando la inteligencia deductiva y la observación de Clöd brillaron más espléndidamente que nunca, en un chispazo: ¡Se dio cuenta de que todas esas prácticas eran las buscadas metodologías para conectar con el Durmiente! El ser humano había estado desde los albores de la civilización, en la misma tarea en que Clöd se encontraba comprometido... Siglos y siglos de enseñanzas, de sectas, de bautismos e iniciaciones, iban tras el ya olvidado objetivo que a él le intranquilizaba.

¡Los hombres del pasado, en muchas latitudes, ya habían sabido del Sueño Colectivo!

¡Nunca un hecho histórico le había hermanado con sus congéneres de tal forma! y ésta idea, combinada con el conocimiento de que pertenecían todos al mismo sueño, inspirado por una sola Mente, terminó por aclararle finalmente el panorama. Surgió como una explosión en ese preciso momento, un enorme sentimiento de compasión y de unidad que ya jamás le abandonó. La ternura que le inspiraba cada vendedor ambulante en el semáforo, cada cajero en el banco... cada compañero de trabajo, cada niño, le producía escalofríos en la espalda y le ponía a brillar los ojos más que de costumbre, inspirándole nuevas formas de hacer más agradable la existencia de esos sonámbulos parientes.

De allí vino entonces, la decisión de no despertar solo. Tenía que buscar el camino e informar rápidamente a los demás habitantes del planeta, en la forma más clara y eficiente que la tecnología le permitiera: así fue como empezó a publicar sus avances en línea.

En la era de las comunicaciones instantáneas, no podía Clöd darse el lujo de esperar a tener éxito en su sistema para darlo a conocer: sabía de miles de buscadores desorientados, deambulando en el mismo camino que él había hollado. Presentía que se trataba de un fenómeno ya inminente, que solamente requería un pequeño empujón, para que en forma propagada logarítmicamente, la Humanidad se despertara... Y sabía que cuando llegara ese punto, los que no se interesaban entonces en ello, serían también arrastrados por el grupo de Conspiradores-de-la-Verdad... Se volvería una moda... Como nos gustan a los humanos las cosas... en tendencias simultáneas... (Otra prueba de la conexión en lo profundo de nuestro origen).

Pero acordándose del curso de Sicología que tanto había disfrutado con su loco profesor en el colegio suizo, Clöd decidió usar, como todos los que indican el Sendero, no el lenguaje exageradamente velado de los oscuros alquimistas, pero sí el verso que se da a muchas interpretaciones, adaptable a los distintos niveles de individuos, quienes podrían aprovechar este nuevo conocimiento, y no tan directo en la exposición, para salvaguardarse de aquellos que corrieran a calificar lo simple, como algo banal y ordinario. 

A continuación se presenta en forma de blog la recopilación de sus mensajes. Luego, Clöd encontró las opiniones de otros buscadores y la tecnología facilitó su difusión mediante videos y fotografías.

Este blog es entonces, el resultado de esta evolución. Clöd, sigue buscando y publicando, esperando ser útil aunque sea a una persona por este medio. -Una persona habría valido la pena-.