Dice Max Igan que cada vez que aceptamos cosas con las que no estamos de acuerdo, o que cedemos a la presión de la sociedad para estar políticamente correctos, estamos perdiendo una pequeña parte de nuestra alma que, termina fragmentada en pedacitos. Un rompecabezas con fichas que me gustan y fichas que no me gustan.
Puedes ver este tema también en video de Youtube en este link: https://www.youtube.com/watch?v=dsCgclJyrgA
La narrativa
general, impuesta, por los medios de comunicación y la publicidad en primer
lugar, y por condiciones más particulares como la religión, el grupo étnico, la
nacionalidad, la moda entre los amigos, entre otros, nos llevan desde la
infancia a tratar de ajustarnos a ella, aunque contradiga lo que llevamos
dentro como más lógico.
El caso es que
terminamos siendo pobres seres asustados, cuya cobardía los guía, sin que sepan
a dónde, pero que usan diversas máscaras que aparentan una confianza que no
tienen.
Eso pasa poco a
poco a lo largo de los años… Casi no lo notamos…
Pero, ¿Vale la
pena venir al mundo a eso?
La causa de esta
tonta actitud es que, aparte de la muerte física, el peor miedo que tenemos es
la muerte social. O sea, el miedo a ser ridiculizado o rechazado por los demás.
Miedo de que
digan que vivimos en otro mundo… que no estamos actualizados…
Temor a que
piensen que no estamos bien informados, que no hemos oído la última noticia que marca la pauta, o que tal vez creemos
tonterías diferentes a las cosas que ya oficialmente se han declarado como verdad.
Curioso que la
opinión ajena sea tan importante para nosotros.
Sentimos como que nos van a castigar y nos pondrán un gorro con letrero de “bruto” públicamente.
Y así, nos vamos
cayendo a pedazos, de manera que cuando ya tenemos unos años de madurez, ni nos
reconocemos nosotros mismos.
Al final, ya no
queda de nuestro altruista y honesto yo juvenil, más que una sombra en nuestros
escritos viejos, escondidos a la vista de la familia, incluso.
¿Vale la pena
destrozar así nuestra alma? No creo.
Entonces, en
adelante, escojamos lo que vaya con nuestro pensamiento básico interior. Con
nuestro ser verdadero.
No vinimos aquí a escondernos. Vinimos a hacer crecer nuestras almas. A disfrutar de nuestros talentos particulares, aunque no estén a la moda.