Así como en mi infancia, jugando en el jardín con la nariz metida entre la hierba, mi imaginación volaba con la posibilidad de conocer el microuniverso que adivinaba en el suelo, y de recibir información sobre ese escondido mundo en miniatura, pleno de vida, diversidad y actividad... Ahora quiero ser el cronista al servicio del Creador, transmitiéndole todo lo que vale la pena en esta existencia que Él me mandó a explorar, tal vez con la misma intención de enviar un reportero a un mundo muy chiquito.
La hormiguita que hubiera podido contratar para que me hicera fabulosas tomas fotográficas de la gigantesca hoja de pasto vista desde abajo, o la eclosión de los huevos de mariposa o el caminar colorido de la mariquita buscando pareja, a escala 1:1, me hubiera dado un gran gozo en esa edad de curiosidad y sorpresa por la Naturaleza.
El mismo gozo que yo puedo transmitir a mi Creador, registrando todo lo hermoso que sucede a mi alrededor. Pero solamente las cosas que aparentan ser hermosas... -Puesto que estamos en el mundo de las apariencias...-
Así, con los ojos de quien nunca mira las fallas ni lo negativo. De quien se asombra del inmenso potencial al conocer a alguien, por ejemplo... Quien jamás critica ni destruye: Sino que está abierto a reportar todo lo maravilloso que la vida va a traer.
El periodista enviado a escudriñar todos los días buenas noticias y motivos de alegría... El transmisor de armonía, que es lo afín con el divino Observador, de bruces en el jardín esperando informes bellos y asombrosos.
Y lo mejor de esa labor sería no solamente la comunicación permanente con el adorable Gran Jefe, sino que lo positivo y lo hermoso -afín también con cada uno de nosotros- nos brindaría un permanente estado de éxtasis ante la perfección de la Naturaleza y de la Humanidad! Si. Porque la Humanidad, si la miramos bien, también es perfecta.
Creo que esa actitud es la que nos corresponde, para dejar de crear lo que no deseamos y seguir sufriendo, como anuncian las Cuatro Nobles Verdades. Para darle un vuelco a este mundo, que como está, no nos gusta.
Experimentemos aunque sea un solo día: Busquemos cosas bonitas, altruistas, agradables para la crónica. Y cuando las detectemos, simplemente digamos. "¡Qué lindo esto!". Esa frase activará el botón para enviar el informe al Ser Superior. (Y nos impulsará a sonreir a horas en que jamás lo hubiéramos hecho).
Por otra parte, si nos pillamos pensando u opinando algo negativo, digamos simplemente "Perdón", como signo de que nos dimos cuenta del error. Contabilicemos cuántos "Perdón" decimos en el día (10?, 20?), para ver qué tan positivos somos... Y podremos comparar nuestro avance día tras día, si somos constantes en este ejercicio.
¿Aceptamos el reto?