"El mundo que estás viendo es una alucinación creada por tus sentidos. Sin embargo, es parte de la Realidad, aunque no es toda la Realidad"
La existencia se presenta como limitación voluntaria de la Conciencia al sumergirnos en un determinado conjunto de vibraciones, armados con un pequeño grupo de receptores o sentidos. Mundo elegido entre infinitos mundos o experiencias posibles, dependiendo de la frecuencia vibratoria escogida y de la cantidad y calidad de los instrumentos de percepción con los que se decida contar.
Por eso Dios se define como el omnisapiente, omniciente, omni-todo, pues se encuentra en su estado natural y eterno, fuera del juego de los sentidos.
Analicemos como ejemplo uno de nuestros sentidos: Sabemos que nuestra vista abarca un rango muy limitado del espectro de luz: Podemos ver los colores entre el violeta y el rojo... Pero nada hacia el infrarrojo ni tras el ultravioleta. Así están hechos nuestros ojos y definida la vista humana, lo que nos permite ver un mundo angosto, comparado con las posibilidades totales, e incluso con la capacidad de los ojos de otros animales. Y así nos movemos.
A la inversa, también nos ilustra el ejemplo: Supongamos que nadie sobre el planeta tuviera el sentido de la vista. El mundo en el que viviríamos y nuestra interpretación al interactuar con el, serían sustancialmente diferentes.
Entonces, lo interesante es que aunque estrecho, este mundo no es falso del todo,
pero nos proporciona una percepción parcial que puede confundirnos,
deformar nuestra verdadera imagen de nosostros mismos,
sintiendo que somos sólo un Ego
-un fantasma- construido con lo que podemos "hacer" o "hemos hecho"
en esta limitada experiencia.
El Ego que se forma de la personalidad de turno en cada mundo, puede hacernos pensar que somos mucho menos que lo que somos, y crear con ello un mundo estrecho que se convierte en nuestra única realidad, limitando drásticamente nuestra Conciencia, que es infinita, aunque aquí no lo parezca.
Por otra parte, podemos entender que el número de experiencias de este tipo se hace infinito y solamente la maestría de cada uno de nosotros en mantener vivo el recuerdo del divino origen y la evidencia de la totalidad de la Conciencia, puede impedir que la chispa del Todo se pierda en el engaño de los sentidos.
Fuera de este juego, permanece Dios, inmóvil, sabio, amoroso, hermoso y dichoso, experimentando a distancia aventuras variadas mediante su aparente fragmentación, a través de sus millones de emisarios, dirigidos estos a diferentes "mundos". Gente que aceptó el reto de enfrentarlos con una, dos, tres o más armas de conocimiento, que les facilitarían o dificultarían la exploración y digámoslo así, la diversión.
Entonces, la clave de nuestra supervivencia y el despertar está en no olvidarlo todo al llegar aqui... En sensibilizarse para sentir en el fondo del corazón la Presencia de la Totalidad y creernos dentro de un experimento voluntario que no pretendía nada trascendente a este nivel -porque lo somos Todo y lo tenemos todo-, sino simplemente pretendía ensayar las limitaciones, como Siddharta, el hijo del Rey que escapa de palacio para observar las imperfecciones del exterior.
Juego el nuestro en el que es imposible perder nada, porque la Realidad es que somos el Ser eterno, infinito y sabio. Simplemente,
¡Queremos saber qué se siente mirando solamente por una rendija!