martes, 27 de diciembre de 2016

Método para que la Conciencia Opere

Dice Emilio Carrillo que el Ego es el piloto automático que surge en nuestra terrenal experiencia cuando el cuerpo (físico-emocional-mental) no tiene conductor. Visto así, el Ego es un instrumento de gran utilidad si estamos dispersos, como es el caso de la mayoría de nosotros en medio de nuestro habitual sopor.

Así, es fácil ver por qué la mayor parte de la Humanidad pasa su vida manejada por el Ego. Seres atiborrados de pensamientos que la mente genera automáticamente a una razón de varios miles por hora, caóticos y sin conexión. Sin norte. Sin propósito claro.

Nuestra atención nunca está enfocada, sino que está brincando estimulada por un algo fuera de nosotros, que llamamos despectivamente Ego. Pero él no tiene la culpa: está haciendo su trabajo ante nuestra ausencia.

Según este sabio al que admiro muchísimo, la función de la mente es simplemente pensar... Y lo hace aleatoriamente de manera permanente, sin descanso: De día con sus acrobáticos saltos de un tema a otro, y de noche, manifestándose en forma de sueños... que también carecen de sentido en su mayor parte.

El recordar lo que me pasaba cuando era estudiante, me hace pensar que su teoría es bastante acertada: me pasaba que en ocasiones en que hallándome en un estado levemente relajado, estudiando alguna materia, resonaban en mi cabeza frases insólitas, que definitivamente no eran mías. 

Yo explicaba esa incógnita interpretando que tal vez había sintonizado el pensamiento de algún personaje haciendo su trabajo en algún punto remoto del mundo. Un total desconocido que "estaba pensando demasiado intensamente", porque lo que oía en mi mente eran términos técnicos desconocidos y que yo no acostumbraba utilizar.

Sin embargo, la frase era coherente y completa... Con el único problema de que no aplicaba a mi actividad ni a mi experiencia en absoluto. Ni tampoco a la materia de estudio.

También me sucedió en dos ocasiones que durante el sueño escuchaba o leía una palabra que para mí, dentro del viaje onírico, era de vital importancia. Ansiosamente repetía la palabra para no olvidarla y al despertar la anotaba en mi diario de sueños. Lo curioso es que cuando investigaba la palabra en cuestión, resultaba ser realmente un término en otro idioma: generalmente en árabe. Cultura con la que no he tenido nunca ningún contacto, ni es un idioma que haya intentado estudiar jamás.

¡Muy extraño! Existía dicha palabra, aunque no era conocida ni usada por mí.
Se había filtrado en mi cabeza sin saber cómo.

¿Cómo? ¡Como se filtran todas las sandeces que pensamos durante el día!

Pero, retornando a la cuestión práctica, sobre lo que se necesitaría aplicar si quisiéramos despertar, ¿Cómo podríamos hacer que la Conciencia retome el control de nuestros pensamientos y motivos? ¿Cómo hacer para que pensemos pensamientos nuestros y no de una mente alocada o de un inconsciente universal agitado y sin rumbo?

No se me ocurre más, que intentar de nuevo centrarnos en el Aquí/Ahora, con carácter decidido y tratando de que los periodos conscientes se hagan cada vez más largos, hasta poder disfrutar de una verdadera existencia consciente.

Y al intentarlo, aunque no es fácil mantenerse en el presente, vienen a mi mente otras épocas de mi vida en las que he dado pasos significativos hacia esta condición consciente, mediante el estímulo mental de la glándula pineal.


Como ya he mencionado en otra entrada de éste blog, sobre dicha glándula, el sistema que usaba era concentrarme en los ratos libres o durante el comienzo de la meditación en mi frente, en el espacio entre las dos cejas, con los ojos cerrados y mirando hacia mi interior físico. 

La concentración no era superficial sobre la piel, sino unos dos centímetros dentro del cráneo, imaginando un pequeño frijolito que giraba constantemente sobre sí mismo, como si un motor lo animara. Esta imagen me facilitaba aferrarme al objetivo y hacía que rápidamente sintiera un efecto de calor en la frente sobre el sitio indicado y un real giro de la pequeña glándula flotando en mi frente.

La eficacia de este sencillo ejercicio se evidenciaba en una mayor claridad al volver a las actividades habituales, como si de verdad este fuera un ojo adicional que estuviera aprendiendo a usar.

Concluyo entonces, que mediante el Tercer Ojo sí podemos activar el interruptor de la Conciencia, para que recupere el control de nuestra experiencia en esta densa encarnación y nos haga dueños de nuestros pensamientos y vivencias, en vez de estar arrastrados por la confusión de información infinita y desordenada que entra caóticamente en nuestra cabeza.

Esto, paralelamente con mantenerse en el Aquí y Ahora cada vez que se pueda.
Como en un serio entrenamiento de astronauta.
¡Como lo más importante que hemos intentado en la vida! Porque lo es.