domingo, 4 de diciembre de 2016

Para los Ateos



Me llegó un mensaje de algún amigo pensante, con una parábola que está circulando y que aborda nuestra incredulidad y cómo comprender, mediante un símil, la eventual existencia de un Ser Superior .

Efectivamente, es muy difícil discutir con un incrédulo, que se aferra a lo que ven sus sentidos y expone que no es posible que exista nada más allá de lo que vemos y tocamos. Ahí se funda el existencialismo absoluto y el materialista ateísmo. Sin embargo, nuestros argumentos ante esa situación no son nunca muy sólidos. No pasan de ser "Porque lo siento así"  o "Porque alguien debió crear tanta perfección", o lo que dicen los más religiosos: "Por fé". Pero es difícil defenderse cuando hay científicos como S. Hopkins que dice que cuando se desencadena la energía, todo aparece automáticamente y sin intervención de nadie. (Aunque se le podría preguntar a este manipulador de fórmulas, Quién desencadenó la energía... Pero este no es nuestro tema hoy).

El caso es que un escritor húngaro de nombre impronunciable, -Útmutató un Léleknek-, planteó u escenario parecido a nuestra existencia, que nos sirve para pensar un poco en cómo sí pueden haber situaciones en que sea demasiado difícil imaginar algo más allá de ellas.
Vamos a la parábola:

En el vientre de una mamá había dos bebés. Uno preguntó al otro:
-¿Tú crees en la vida después del parto?-

El otro respondió: -¡Claro que sí! Tiene que haber algo después del parto. Tal vez estamos aquí para prepararnos para lo que vendrá más tarde-.

-¡Tonterías!- dice el primero -No hay vida después del parto. ¿Qué clase de vida sería esa?-

El segundo dice: -No lo sé, pero habrá más luz que la que hay aquí. Tal vez podremos caminar con nuestras propias piernas y comer con nuestras bocas. Tal vez tendremos otros sentidos que no podemos entender ahora-.

El primero contestó: -Eso es un absurdo. Caminar es imposible. ¿Y comer con la boca? ¡Ridículo! El cordón umbilical nos nutre y nos da todo lo necesitamos. El cordón es demasiado corto. La vida después del parto es imposible-.

El segundo insistió: -Bueno, yo pienso que hay algo y tal vez sea diferente de lo que hay aquí. Tal vez ya no necesitemos de este tubo físico-.

El primero contestó: -¡Tonterías!, Además, de haber realmente vida después del parto, entonces ¿por qué nadie jamás regreso de allá? El parto es el fin de la vida y en el postparto no hay nada más allá que oscuridad silencio y olvido. Él no nos llevará a ningún lugar-.

-Bueno, yo no lo sé- dice el segundo -Pero con seguridad vamos a encontrarnos con Mamá y ella nos cuidará-.

El primero respondió: -¿Mamá? ¿Tú realmente crees en Mamá? Eso es ridículo. Si Mamá existe, entonces, ¿dónde está ella ahora?-

El segundo dice: -Ella está alrededor nuestro. Estamos cercados por ella. De ella, nosotros somos. Es en ella que vivimos. Sin Ella, este mundo no sería y no podríamos existir-.

Dice el primero: -Bueno, yo no puedo verla; entonces, es lógico que ella no existe-.

El segundo le responde a eso: -A veces, cuando estamos en silencio, si nos concentramos y realmente escuchamos, es posible percibir su presencia y escuchar su voz amorosa allá arriba-. 


Nosotros somos como ese par de pequeños astronautas que filosofando pasan sus nueve meses y hasta tienen miedo de nacer!