Realmente el ego nos ha insertado un chip anti-asombro:
O si no, ¿Cómo es que no nos volvemos locos ante un cielo estrellado?
Y por eso no nos maravillamos.
En consecuencia no disfrutamos de las cosas pequeñas y por lo tanto,
no somos felices, ni agradecemos nada al Universo!
¡Abramos los ojos!
¡Disfrutemos la belleza, la bondad y la vida!