Ya pasó mi edad primitiva en que cada cara era un motivo para juzgar, criticar y corregir.
Cada faz es la faz del Ser. ¡Es mi faz!
Estoy, como siempre, en el Salón de los Espejos,
pero con una nueva comprensión de él.
Ese caleidoscopio soy yo misma... ¿Cómo me podría criticar?
Cada rostro es un estandarte que señala una trayectoria
de las muchas posibles en esta dimensión.
-Trayectorias que apruebo y admiro, a veces, y que desprecio o condeno, otras-
Ya entiendo cómo se ejercita y aprende ese Gran Ser.
Y eso mismo es lo que propongo que hagamos nosotros.
Esto es:
Al ver una nueva cara,
al interactuar con alguien (en la casa, en el trabajo, en el bus, en el banco)
preguntarnos:
¿Qué me enseña esta "trayectoria"?
Incluso, el ladrón... el policía... el mendigo resignado, todos pueden enseñarnos algo.
Así que reunamos con cuidado toda esa información que día a día nos hará crecer.
Recordemos: ¡No juzgar! sino ¡Aprender!
Con este ejercicio viviremos todas las vidas de una vez.
Las muchas vidas en que fuimos divididos originalmente y que estamos experimentando bajo el falaz supuesto ¡de que estamos separados!
(Nos ahorraremos muchas encarnaciones).
Con cercana relación a esta idea, invito a que vean la bellísima animación del cuento "El Huevo", de Andy Weir, que puede dejarnos pensando o tal vez, nos aclare mucho lo que hemos estado analizando.