lunes, 12 de agosto de 2019

¿Cómo hablar con Dios?

Partamos de una realidad: Las distintas religiones nos han enseñado a orar de manera equivocada.
Tal vez les convenía como organización... Los perdonamos.

Comencemos definiendo que
la oración es la forma que tiene el Hijo de Dios 
para comunicarse con su Padre
mientras está en la dimensión física.

Para entender la verdadera comunicación, la oración eficaz,
pensemos en cómo se comunica un niño con su padre, en una relación sana.

(Aunque habrá niños que hacen un berrinche pidiendo más y más juguetes,
considerando al padre como un productor de billetes al cual pueden explotar,
aquí vamos a partir de una relación correcta y normal que será nuestro modelo para una oración digna, en la que el Hijo pueda aprovechar y disfrutar a su Padre.)

Veamos cómo es: En una familia funcional,
El niño que ama a su padre, no le tiene miedo.
Generalmente admira a su padre. Quisiera ser como él.


Así que una conversación lógica entre padre e hijo podría ser:
  • De agradecimiento
  • De simpatía
  • De cariño.
También el Hijo podría pedirle al Padre un consejo, con la confianza de siempre ser guiado adecuadamente.

Igualmente, el hijo puede compartir con su padre sus pequeños o grandes logros, sabiéndose comprendido.

Porque,
El hijo no es mendigo de su padre,
ni se acerca a él sintiéndose indigno. 

El hijo ama: no se humilla. ¡El padre no se lo pide ni le gustaría esa actitud en su hijo!

Pero lo principal para alimentar una relación tan importante,
sería cuando conversaran sin motivo especial: Por el gusto de compartir un momento.

Padre e hijo pueden jugar, reírse, admirar algo bello, pasar tiempo juntos.
Pueden hasta ser cómplices en gustos y aficiones.

Entonces, puesto que Dios es nuestro Creador y Padre, así también debe ser nuestra oración,
cualquiera que sea nuestra orientación religiosa.

Las distintas religiones nos han enseñado a orar de manera equivocada.

Tal vez les convenía como organización. -Ya no importa-.
(Pero por nuestra propia seguridad, tengamos en mente que no todo lo que nos han enseñado las organizaciones religiosas fue por nuestro bien.)