Siempre es bueno caer en cuenta de las creencias que nos esclavizan y aturden, especialmente si son ideas sembradas -probablemente con oscuras intenciones-, por otros. Ideas que llegan a arraigarse tanto en nuestra mente, que terminamos pensando que son nuestras.
Es el caso de las actividades "recreativas" como la televisión y el fútbol, que no son más que espectros que devoran nuestras pocas horas libres, dejándonos vacíos y con una sensación de impermanencia que asusta. Lo peor es que para solucionar este malestar, no hay más opción que sumergirse en más televisión o más fútbol, en este último caso, entregándole toda nuestra atención, devoción y como pasa cada vez con más frecuencia, hasta la vida, ante alguien de camiseta de otro color.
Todo el mundo (digamos el 90% de la población occidentalizada) se entrega a esta recreación, pues como diría una madre con melancolía, "No hay más. Al menos es diversión sana..." ¡Sana, pero alienante!
Bien. Estamos hasta aquí hablando de la tragedia del tiempo libre. Pero ¿qué pasa con el resto de la vida? ¡Nos la gastamos trabajando! Ahí viene el mito universal, -no porque siquiera sea un arquetipo que ha estado en todos los pueblos de la Humanidad, sino porque a alguien le convino que pensáramos así-.
Es un hecho que trabajar se considera una cualidad.
"¡Es un hombre muy trabajador!", es una alabanza, porque quien trabaja debe ser admirado y emulado.
Hay hasta poemas, que le enseñaron a uno en la infancia, para enrumbarlo por ahí:
Trabaja.
Y un solo objeto tu mente ocupe o tu mano.
Y así el trabajo es liviano, y es del éxito el secreto.
Trabajar alegremente
es caminar entre rosas!
¿Quién querría caminar entre rosas?
¡yo no! me imagino las espinas en mis pies...
Pero, realmente, ¿A quien se le ocurrió esta idea absurda para desperdiciar cada instante de la vida?
Pues, hasta donde sé, creo que vino originalmente de la religión, a cuyos representantes les interesaba que no tuviéramos mucho espacio para "pecar";
"El trabajo ennoblece" estableció la iglesia. Y con ello puso al servicio de las minorías dominantes una inmensa fuerza de trabajo para lograr sus fines. Bien podía ser abrir profundos y negros huecos para sacar piedras preciosas, o construir monumentales estructuras para sus propios ritos.
Pasaron los siglos y los poderosos se hicieron con las tierras y los recursos, de manera que pudieron esclavizar a los que vivían silvestremente por ahí, porque les dificultaron el conseguir su alimento y su cobijo por sí mismos. Ese fue el peor daño hecho al ser humano. ¡Quitarle su autosuficiencia!
Y vino la era industrial. En ese momento no hubo siquiera duda de que la "felicidad" se lograba trabajando, no importaba para qué fin. Tal vez para abrir vías, o para confeccionar ropa, o para hacer máquinas.. No importaba. Lo importante era lograr trabajar en una fábrica, que era la fuente de abundancia ¿Para quién? (No precisamente para el obrero, al que la industria denigró y explotó).
Y ahí seguimos, sofisticando un poco la idea, hasta que la totalidad cayó en ella y empezó la competencia actual. Educamos a los hijos para que compitan y ganen en el campo laboral. -Idea medio ridícula cuando la miramos desde fuera-.
Y ahí estamos. Ya no hay recursos disponibles por ahí, porque ni siquiera hay un pedazo de planeta que podamos cultivar sin pagar por él. ¿Cómo podríamos entonces sembrar nuestro árbol de mandarina para la sed y nuestro maicito para sobrevivir, junto con el pastaje para nuestra vaquita y su ternero?
No queda otra opción entonces, que trabajar dentro del sistema.
Y eso hacemos. Ya no tanto para alejar la mente y el cuerpo del pecado, sino para poder darle el almuercito a los niños que trajimos al mundo. ¡INDIGNANTE!
Lo peor es que no nos enseñan cómo valernos en el mundo moderno, sino que nos ponen metas inalcanzables y espejismos en los cuales invertir nuestros pequeñísimos excedentes, si es que estos existieran en algún momento.
No hay salida a las deudas y la esclavitud continuando con el lema actual de "invierto en estudio para encontrar un buen empleo". Lo que se debe buscar es la independencia financiera, que es sencillamente, poder vivir decentemente y tener tiempo para el ocio productivo y la creatividad.
En todo caso, hay cambios de mentalidad financiera, que sin liberarnos de este injusto campo de existencia, puede ponernos del lado de los que construyen la vida de bienestar que deseamos, sin tener que dedicarle la vida entera. Esto vale para los que no quieran salir radicalmente del sistema, ni quieran regresar todavía al campo, pero que quieran un cierto grado de libertad para hacer lo que les gusta. Esta solución es crear fuentes de renta que soporten los momentos sin empleo, hasta finalmente liberarse de él.