martes, 11 de marzo de 2014

El Videojuego Humano.

El Durmiente, en esencia semejante a su Padre, -el Todo-, se encuentra en el Shambalá pleno de armonía y amor. Dentro de sus posibilidades infinitas diseña un juego interactivo y se dedica a él por un rato.


Escoge primero un escenario entre miles de opciones: Un mundo pequeño, azul, con mucha agua y temperatura agradable en su mayor parte. Selecciona luego millones de personajes de colores, tamaños, idiosincrasias y tendencias diferentes, ya que con su infinita mente es capaz de manejarlos simultáneamente.

Establece unas cuantas reglas que dominarán el juego... Una forma de comienzo y de final... Alternativas para ganar y para perder... Para salir del juego o ser eliminado. Limitaciones, obstáculos y formas de evitarlos. 


Selecciona entre las fichas un director de orquesta (el Ego, figura absolutamente desquiciada) que establece el motivo del juego: Por ejemplo, acaparar los recursos de energía, en monopolio que lleve a que solamente unos pocos obtengan lo más posible en todos los aspectos, dominando a los demás.

Una lucha indiscutiblemente interesante entre tanto personaje. Apasionante seguirlos a todos, cada cual con su estilo, e impulsarlos con ingenio en la búsqueda del propósito inventado.

El Durmiente, en su videojuego asume todos los roles e interactúa en esa loca competencia que por un rato le parece divertida. Hasta que el enredo es tal, que opta por resetear un nuevo juego o dar por terminado todo con un click.

Sin embargo, no es tan fácil. Aparece en la pantalla una ventana de alerta que dice: 

"Atención: Este programa no puede cerrarse en estado crítico. 
Es necesario hacerlo cuando el juego esté resuelto"

¡Uuuupps!

Por lo que el Durmiente se da a la tarea de deshacer los nudos pendientes... los conflictos planteados... Las ofensas y los ataques en pro de obtener las preciadas fichas-recursos, que daban poder al ganador del juego... Él tiene que cerrar uno a uno cada caso, aliviando las tensiones creadas en el juego, quitando los dolores y secando las lágrimas.

Ante esta complejidad, y para salir pronto del problema, pide entonces a los personajes del video -que son todos actuaciones de su propia invención- que le ayuden desatando los nudos que se crearon a su alrededor durante el combativo video.

Las figuritas deben entonces detenerse y mirarse. Tratar de entender lo que sucede, cosa difícil para una pequeña ficha. Oír la solicitud divina y decidir colaborar en lo que el juego llama Cierre-Salvación. Y sin analizarlo demasiado, pues no está a su alcance comprenderlo totalmente, deshacer los nudos que lo enredan mediante un control (casi inútil durante el resto del juego) que ahora toma una importancia vital: La tecla Perdón.

Cada personaje se dirige entonces a aquel que tiene a su lado, al que está dolorosamente atado... Y perdonándole lo que hizo y lo que no hizo, pero que creía que tal vez le había hecho -sin cuidarse ya de analizar el pasado, las causas y consecuencias-, soltar esa primera cadena.

Así proceder con todos los que están a su alcance, rescatando primero las relaciones familiares, luego las laborales, las de vecindad, las de partido, las nacionales, las políticas, sociales y demás. Debe dirigirse a todo aquel que detestó durante el juego... A los que persiguió y también a los que humilló con sus palabras.

Gigantesco trabajo colectivo, que sin embargo, toma solamente un instante en la existencia del Durmiente. Tras lo cual, se incorpora y regresa a su esencial gozo olvidando rápidamente los detalles de las mil batallas, de los triunfos y fracasos financieros, todas las opresiones y maltratos entre fichas... Las fugaces dichas y traiciones de parejas...

¡Y se integra de nuevo a su hogar, para continuar con lo que quiera que sea, 
la feliz existencia del Todo y su Hijo amado!