Si nuestra mente o nuestro cerebro, es quien ordena los códigos de la Matrix, transformándolos en lo que queremos, ya sea ésto música, colores, experiencias, dolores, enfermedades, guerras o fracasos, la noticia que nos dan aquí, es muy buena. Quiere decir que si seguimos experimentando lo que no nos gusta, no hay a quién echarle la culpa. Puede que estemos sufriendo de masoquismo extremo, sin embargo, es algo que tiene solución con un simple cambio de mentalidad.
Pero no niego que aceptar que afuera no hay sino una sopa de posibilidades, susceptibles de ser afectadas por nosotros mismos, es un reto para la persona común. Aquí un ejercicio de Un Curso de Milagros al respecto:
Si logramos restar importancia a lo que está "allá afuera", reconociendo que allí no hay nada más que lo que imaginamos que hay, retomaremos el control de nuestro sueño y podemos orientarlo hacia donde más nos convenga. Conveniencia que no es más que la felicidad propia y de todos, que se expresa en total paz y armonía.
Nuestros pensamientos y con ellos lo que vemos, son imágenes que nosotros mismos hemos fabricado. Entender este enunciado puede liberarnos del miedo, pues ya no viviremos como una hoja que es arrastrada por el viento, a merced de lo que pueda suceder, sino que en nuestra desconfianza interior encontraremos el origen de lo que vivimos y allí mismo podremos acudir para corregirlo.
Se parece a lo que buscan los siquiatras destapando el subconciente (todos tenemos una partecita de la verdad); pero estos médicos no ven el tremendo potencial de la mente del paciente. Si así fuera, serían los consejeros más exitosos del mundo y le darían la llave de la felicidad a todos los que se cruzaran por su consultorio. Por eso sus curaciones son generalmente temporales... Lamentablemente otro miedo viene a ocupar el lugar del primero y el paciente nunca se enterará de que es el autor de su propia desdicha.
Pero no niego que aceptar que afuera no hay sino una sopa de posibilidades, susceptibles de ser afectadas por nosotros mismos, es un reto para la persona común. Aquí un ejercicio de Un Curso de Milagros al respecto: