Todos entendemos que el cuerpo es el vehículo en que encarnamos.
Pero este instrumento que debería permitirnos comunicarnos, movernos, interactuar y en síntesis, experimentar esta dimensión, termina en muchos casos siendo un obstáculo para la experiencia, porque se deteriora tarde o temprano y obstaculiza nuestra actividad, reclamando atención y muchas veces, convirtiéndose en el centro de nuestra vida.
¡Qué absurdo!
Llega un momento en que el instrumento que escogimos para vivir, se coloca en el puesto de honor
y exige toda nuestra atención y recursos.
La clave la encontré analizando una frase de UCDM: El cuerpo se enferma cuando lo usamos para lo que no es. Cuando pretendemos usarlo para aquello que no es su función.
El asunto es averiguar cuándo lo estamos usando mal. En principio, es fácil... Tiene lógica:
- Cuando lo forzamos, como en el caso de deportes muy exigentes o peligrosos.
- Cuando lo envenenamos, como con exceso de fármacos, drogas, licor y cigarrillo.
Pero ante todo,
¡Cuando lo hacemos receptor
de nuestros problemas emocionales!
Ahí está la causa real de tanta enfermedad que aqueja nuestros cuerpos en esta época.
¿Cómo sabremos que estamos usando el organismo para lo que no fue creado?
Cuando lo usamos para almacenar emociones negativas,
reprimidas y rumiadas consciente o inconscientemente, la lógica reacción del cuerpo es enfermar,
precisamente en el órgano más afín a la frustración o emoción reprimida.
Lo han demostrado los estudiosos de la Bioneuroemoción y de la llamada Biodescodificación de enfermedades, -que son disciplinas no formales, que funcionan muy bien detectando las causas emocionales de males que han aquejado a una persona por años y en muchísimos casos, dándole una solución efectiva con solamente reconocer o recordar la situación que originó la enfermedad-.
Estos dos sistemas incluso, llegan a tener "diccionarios" en los cuales se puede buscar un síntoma para tener una orientación general de la causa emocional relacionada. ¡Una maravilla!
¡Pero la idea sería no tener que llegar hasta allá!
Sería más inteligente y práctico proteger al cuerpo en todo momento de esta influencia nefasta de las emociones negativas y REPRIMIDAS, para que cumpla exclusivamente sus funciones de comunicación y experiencia.
Por lo tanto, observemos nuestras reacciones a los sucesos de la vida, sin oponernos y mucho menos, sin victimizarnos.
Por otra parte, de alguna forma, expresemos lo que sentimos y nunca, nunca, nunca, guardemos rencores.
Finalmente, revisando nuestro pasado, una vez que miremos y "lavemos" de nuestro corazón las emociones reprimidas, viendo su inutilidad, podremos reconciliarnos con nuestro cuerpo y permitirle ejercer su función - que es bien simple y neutral- de comunicación y creatividad en esta dimensión.