La Naturaleza es una infinita aglomeración de campos de energía, semejantes a filamentos de luz, que se extienden infinitamente en todas direcciones.[1]
La Creación es un gran Pensamiento de Dios, que está formado de la misma sustancia de que está hecho él.
Su característica principal es la Consciencia: Nos encontramos en un Universo consciente de sí mismo[2], desde la célula de la corriente sanguínea y el microorganismo planctónico, hasta el insecto, el conejo y el ser humano.
Cada cual en un nivel diferente, contiene la consciencia de todo lo que Dios creó de sí mismo, ya que Él es la Consciencia Maestra, máxima y total.
Incluso las rocas poseen una conciencia que les permite cristalizar en la forma que deben hacerlo y transformarse en otros minerales cuando se someten al clima. Simplemente, aún no tienen cuerpo de deseos ni autonomía para moverse. Ya la tendrán más adelante.
Todo es consciente y todo es Uno con nosotros.
Este reconocimiento haría de la Humanidad una protectora amorosa de la Naturaleza.
Porque ella,- quien es la dimensión que nosotros mismos decidimos visitar-, posee una diversidad y belleza inconmensurable.
¡Está ahí para nuestro goce y experimentación!
La Creación está compuesta de infinitas posibilidades e infinita hermosura cuando la vemos tal-como-es; cuando no la deformamos con nuestros miedos y culpabilidades o deseos de usufructo.
Cuando somos conscientes de que estamos unidos con ella y que su perfección no es ajena a nosotros.
En síntesis, la Naturaleza es algo para disfrutar y conocer (esto está muy profundamente arraigado en el fondo del ser humano. Es natural para él querer verla, gozarla y entenderla).