Lo que han descubierto los neurólogos es que cuando sonreimos, el cuerpo instantáneamente se calma y se relaja, porque asume que todo está bien (nadie sonrie ante un peligro) y comienza a enviar a la sangre los químicos más benéficos y equilibrantes para todo el organismo, incluyendo la parte emocional y sicológica.
Efectivamente, así es como se enferma: Aceptando emociones desagradables, molestas... Ni siquiera muy intensas, pero a las que uno reacciona con algo de rencor o rabia no expresada.
Eso lo estudia la Bioneuroemoción, de la que he hablado varias veces aquí, porque es asombrosa la relación automática de la emoción sentida, por ejemplo de estar manejado o controlado, expresándose en dolor de cuello (bajar la cabeza) o dolor de rodillas (estar arrodillado). Otro ejemplo: rechazar la situación que se observa en su propia rutina, con mala calidad de la vista; la persona no quiere ver..
Bien. Pero lo sorprendente hoy es que el cuerpo reacciona a esas emociones aunque sean solamente imaginadas...
Hemos oido hablar de actores que se meten tanto en alguno de sus personajes y luego viven la misma experiencia traumática que representaron. Porque el buen actor siente lo que sentía -según el libreto- el personaje que representa; de lo contrario, no convence a su audiencia...
Así que es posible usar esto de manera positiva con nuestra nueva arma de salud: ¡LA SONRISA!
Dice Jaiber Pérez que hicieron el experimento con un grupo de personas que iba a ser internado en una clínica de reposo por problemas de depresión. A la mitad de las personas se les puso una cinta adhesiva en las mejillas estirandoles los labios simulando una sonrisa. Se les pidió que se la dejaran puesta lo más posible.
Pasado el fin de semana, los tratados con prozac y otras drogas fuertes usuales en esos sitios, debieron quedarse una semana más. En cambio, en esos dos días, los que tenían puesta la sonrisa artificial fueron dados de alta!!!
¡Se curaron de la depresión solamente dandole señales de alegría y de seguridad al cuerpo!!!
¿Ensayamos???