sábado, 8 de febrero de 2014

El despertar de Jeshua

La situación a la que pronto nos veremos abocados, podría ser aquella que debió vivir Jesús algún día, tal vez cuando regresaba por los áridos caminos de su tierra, después de pasar un tiempo de estudio como iniciado de los esenios, o a lo mejor tras un intenso periodo de meditación en la soledad del desierto.

Pienso que Jeshua en un momento dado, de manera posiblemente súbita, obtuvo lo que llamamos iluminación -en ese primitivo escenario de una Judea pastoril y pescadora-. Y probablemente, esa iluminación no fue más que detenerse en el camino, sorprendido por haber entendido, y más que entendido, haber asumido concientemente ¡Que era Hijo de Dios! Uno de ellos... ¡Porque nosotros, los demás, también lo somos! ¡Y al mismo nivel que Él!


¿Cómo nos sentiríamos si de pronto nos pasara a nosotros?
Nos lo dicen y nos lo dicen... Y no lo aceptamos en el corazón como una verdad... ¡Tan indignos nos creemos!

¿Fue la religión?
¿O fue realmente el pecado original el que nos volvió tan despreciables a nuestros propios ojos?
O quizás, fue mirar a nuestro violento pasado lo que nos hizo sentir tan pecadores y tan culpables,
que no nos podemos perdonar!

Mucho menos podemos aceptar que somos seres de luz, bellos y buenos.
Hijos del Amor y esencialmente hechos de Amor.

Entonces, la "salvación" del mundo depende de un decidido cambio de mentalidad:
  • Dejar de pensar que somos malvados por naturaleza. Creer en nuestra bondad esencial.
  • Dentro de lo más íntimo de nosotros, retirar los auto castigos que nos hemos infringido.
  • Y aceptar con alegría que somos los Hijos de Dios. Nada menos.
(Pero es que resulta muy difícil aceptarlo con nuestro actual sistema de pensamiento).

Debemos mirar el mundo de otra manera. Realmente reconocer que es una ficción de nuestra propia mente.
Ser diferentes. No podemos seguir en la manada... ¿Vamos a morir como un clon más del sistema? Recuerdo un título que vi en Internet: "Nacemos originales y morimos como copias".

¿Qué hacer? No queda más que abandonarnos,
reconociendo que no sabemos qué nos conviene, ni para dónde vamos, ni de dónde venimos.
Y en la quietud de la meditación, esperar la inspiración... O si estamos más de suerte aún, la iluminación...
Que no será más que ese repentino reconocer con alegría
que no somos los huérfanos que vagaban sin rumbo compitiendo entre sí por el pan.
Sino que somos Uno y tenemos un Origen y un Propósito Divinos
Y que el Amor es todo nuestro.
(Aunque con obsesión hayamos mantenido cerrados nuestros ojos a esta verdad por media vida).

Así que, si en tu rutina, caminando por una ruidosa avenida,
entiendes de pronto la Verdad de que Alguien te ama incondicionalmente,
que no estás solo y que no hay nada qué temer...

Si de pronto reconoces que existe otra dimensión a la que perteneces,
en la que las cosas sí funcionan, no se degradan, no salen al revés,
y que está esperando solamente que decidas regresar a tu verdadero mundo...

Si en tu vida de repeticiones sin sentido, recuerdas que eres digno, y que por tu relación directa con el Creador, tú también eres el amo todopoderoso del Universo,

Estarías exactamente en las condiciones de aquel rabí judío hace milenios -tu Hermano mayor-,
cuando volviendo de su seminario con los sabios ermitaños de Qum Ram, se dio cuenta de que realmente, era Hijo de Dios.

Y por supuesto, al haber despertado, toda su vida cambió.


-Como deberá cambiar radicalmente la nuestra cuando también entendamos esta gran Verdad-