Hemos sido disciplinados haciendo los ejercicios previos que este sencillo blog sugirió. Ahora, estamos listos para meditar y sacar todo el provecho posible a esta maravillosa práctica que nos permite unificar nuestra mente con la del Creador, con el Universo y con nuestros congéneres.
Práctica que mediante la introspección inicia el proceso de conocernos a nosotros mismos, -propósito principal de nuestra existencia terrena-. Un método que nos serena mostrándonos nuestra inmortalidad y nuestro origen divino ("Ver nuestro rostro antes del nacimiento de nuestros padres", según famoso verso o koan Zen)
La decisión de ejercitarnos en la meditación es el fin del imperio del miedo que nos aqueja a todas horas y nos ha vuelto seres insanamente competitivos, egoístas, inseguros y agresivos hacia los demás. Entrenamiento que nos lleva a una visión correcta de la realidad, superando la dualidad, las imágenes y creencias erradas que nos suministra el ego en su demente control sobre nuestra vida.
Ya hoy estamos listos porque hemos practicado todo lo necesario:
- Hemos dado nuestra atención completa a las ondulaciones de la música, eliminando sin esfuerzo otros pensamientos de nuestra mente y siendo capaces de quedarnos inmóviles por intervalos más o menos largos. (Ejercicio #1. El Poder de la Música Clásica)
- Nos hemos centrado dentro de nosotros mismos, presentes en el cuerpo que ahora habitamos y de la maravilla de estar vivos... de movernos o quedarnos quietos a voluntad... (Ejercicio #2. Caminar Consciente)
- Hemos fortalecido nuestra energía, aprendiendo a captarla y dirigirla hacia nuestro cuerpo (Ejercicio #3. Iniciación al Chi Kung)
- Sabemos respirar en un estilo comprobado por siglos de generaciones de monjes Zen. (Ejercicio #4 La Respiración)
- Hemos activado la luz interior concentrándonos en el crakra de la frente y aprendido a mantener nuestra vista inmóvil y desenfocada, pues la meditación más avanzada se hace con los ojos entreabiertos (Ejercicio #5. Tercer Ojo)
- No resta sino comenzar realizando durante unos 3 minutos los movimientos de Chi Kung (cualquier ejercicio) para activar nuestra energía.
- Sentarnos con la espalda recta en nuestro santuario interior, aunque externamente este sea simplemente nuestra cama, sobre un cojín o almohada para estabilizar el centro de gravedad del cuerpo y no necesitar movernos por cansancio.
- Mejor si cruzamos las piernas e incluso, si logramos la posición del Loto, aunque no es indispensable. Podemos sentarnos también en una silla.
- Los ojos entreabiertos miran hacia abajo relajadamente y sin enfocar nada en especial, a una distancia cómoda de aproximadamente un metro frente a nosotros (como si fuéramos a mirar un holograma). En caso de que se te dificulte, también puede hacerse inicialmente con los ojos cerrados, mirando hacia la pantalla de los párpados.
- Comenzamos a respirar, contando al principio y logrando que el ritmo (6-1-12-6) se establezca, para que sin esfuerzo se vacíe de pensamientos nuestra mente.
- Nos mantenemos intensamente presentes dentro de nuestro cuerpo, -como cuando el avatar descubrió que podía caminar-.
- Concentrados y atentos, seguimos el entrar y salir del aire en nuestro abdomen y nos quedamos ahí, envueltos en el color generado por el Tercer Ojo. Sin buscar ni esperar nada. Conscientes de estar aquí y ahora, sin objeto.
- Quietud. Permanecemos ahí todo el tiempo que queramos.
No es más. No habrá experiencias espectaculares (como quisiera el ego). Solamente Ser y más Ser.
Un hormigueo en la cabeza, en el plexo solar o en otra parte, te iniciará en esa agradable sensación.
Quien conozca el Zen, podrá mejorar aún la postura. Pero no es necesario poner en ello demasiado misterio. Vamos hacia Dios en un viaje de retorno, que nos permitirá poco a poco volver a ver correctamente la realidad y entender quiénes somos y quiénes son los demás seres humanos.
Es la liberación y llegará independientemente de si meditamos en una pagoda con incienso, en un jardín, en nuestra alcoba o en un tren. Sin ceremonias, ni condiciones. Sin disculpas, tampoco.
Se trata de entrar en el Silencio.
Tiene que ver con recordar el Vacío Original del que venimos.
Es la unión nuestra con el Universo, la Humanidad y con Dios
(porque en últimas, somos Uno Solo)
(porque en últimas, somos Uno Solo)