Una música celestial para descansar un poco. Digo celestial, porque los sonidos tradicionales japoneses y chinos me llegan al alma, como el más hermoso de los recuerdos de existencias pasadas.
Es cierto que nuestra búsqueda no descansa jamás. Nuestro corazón siempre está inquieto e incompleto. Pero por hoy, sábado, podemos relajarnos un rato y dejar que nuestra imaginación saboree pequeños romances del lejano oriente, enfrentados al durmiente que, aunque se esfuerza por despertar, sigue distraído por el mundo dual. Ese durmiente somos nosotros mismos, imaginando que hay un antagonismo entre lo material y lo inmaterial, con lo que hacemos de nuestra práctica espiritual, una batalla. Y no era necesaria tal lucha... Porque la iluminación se da en un cuerpo físico. Sin experiencia material no hay satori.
Sutil escenificación de lo que constituye nuestra atafagada vida: ¡Cuánta ilusión con encontrar el amor! -Pero el amor con quien nos hemos obsesionado-. ¡Qué necesidad de sentirse acompañado! -Pero con una compañía que supla todo aquello de que carecemos... y que preferiblemente no pida nada-. Porque no asumimos la responsabilidad por nuestra vida. ...Tal vez venga otro a solucionarla y a darnos "la felicidad"... Como si no estuviera en nosotros mismos el ser felices y ahí sí, compartir ese gozo con otro, sin carencias ni expectativas.
Toda la confusión sucede porque se nos olvidan dos detalles:
1.Que somos completos en nosotros mismos y
2.Que somos Uno.
No solamente tenemos la capacidad de ser plenos sin auxilio externo, sino que aquel que deseamos tan intensamente, es tan solo otra versión nuestra. Es el mismo Ser, con otro guión y representando otro papel, con el propósito de vivir una experiencia; así como nosotros escogimos vivir la nuestra.
Ahora, doy paso a la música china: