Desde mi torre de control, -a dónde llegan los informes y se hacen los registros- miro el abismo abajo: Ese suelo al que no caigo, de milagro... Maravillándome del andar de mi avatar.
Mando la orden y todo se activa:
Primero un paso,
luego otro... como en el Zen, consciente.
Un paso y
me desplazo...
Esqueleto que avanza implacable rompiendo el espacio.
¡Emocionante!
Viro a la derecha... a la izquierda...
¡Qué perfección! ¡Qué maravilla!
Un gran transformer que se ríe,
que intuye e inventa su brillante mundo,
que disfruta cuando logra mover su espesa energía
Y más aún, cuando por instantes contacta su energía liviana.
Todo bajo piloto automático: el agua y otras sustancias fluyen por circuitos
que no requiero conocer, siquiera.
El aire entra y se dividen las moléculas, lanzándose en torrentes...
las emociones inundan químicamente mi espina dorsal.
Explosiones de fotones delinean mis ociosos pensamientos
en chispazos eléctricos inalámbricos...
Alguna fuente me calienta
y cascadas de hormonas modelan mi danza.
¡Qué risa!
¡Me siento surcando agua salada!