sábado, 31 de agosto de 2013

UCDM 2. No hay Pensamientos Privados

Como consecuencia de que somos una sola Mente, disfrazada de diversos cuerpos, cada uno con una aparente voluntad, propósito y objetivos independientes, se explican las experiencias "paranormales" como la telepatía, las premoniciones, las corazonadas y los descubrimientos simultáneos.


Si somos una sola Mente, todos nuestros pensamientos, -sean inciertos o decididos-, van a intervenir de alguna forma en los pensamientos de los demás. Esto implica que si nuestros pensamientos son de caos, confusión y violencia, no nos debe asombrar observar esas características en el mundo que nos muestran los noticieros.

A todos nos debe haber pasado que en nuestro poco sincero estilo, en medio de una negociación de cualquier tipo o llegando a un acuerdo con alguien, decimos algo que no corresponde con nuestra verdadera intención y el personaje con el que hablamos detecta inmediatamente la mentira y nos expresa su descontento por ello. Quedamos al descubierto instantáneamente, aunque queramos convencernos de que fue una casualidad, o el otro es muy mal pensado... En todo caso, no creemos que fuera posible que los generadores de la desconfianza en el otro, fuéramos nosotros mismos. Es que las mentiras se ponen más al descubierto por "intuición" que por error del mentiroso.

Nos pasa todo el tiempo que generamos mensajes que van a afectar el estado de las cosas. Como cuando alguien, -formalmente declarado como amigo-, detecta que se ha hablado mal de él en su ausencia y se repliega, cambiando para siempre su actitud, sin que el chisme haya siquiera salido del grupo que lo urdió. ¿Cómo lo supo?

Y es que en nuestra confusa mente chiquita, creemos ser "amigos" de alguien, sin que esto obste que podamos hablar mal de él, creyendo que tal cosa se puede hacer impunemente. Y luego, nos lamentamos del alejamiento sin causa de esa persona. Nos pasa especialmente a las mujeres, que nos reunimos sin motivo y sin tema. Inventamos entonces cualquier tema: Los demás.

Otra cosa curiosa es que creemos que es bueno pensar a ratos en un mundo bello, pero minutos después, en una conversación, tachamos esa imagen y la borramos como imposible, sepultándola bajo una cantidad de símbolos negativos, de pérdida y error.

Decimos amar la armonía y la belleza, pero nos vamos a una película de guerra y violencia que imprime visiones impresionantes y sangrientas en nuestra mente; que anidan allí, surgen en sueños y se trasmiten a todos nuestros semejantes, repitiéndose infinitamente en ellos como en espejos enfrentados, despertando, por ejemplo, en los jóvenes un vandalismo inexplicable.

Queremos en teoría que todo funcione bien y no haya dolor en el mundo, pero saboreamos las noticias de terror y guerra que traen los periódicos como primicia... Como un regalo para la mente asustadiza, ávida de sensaciones fuertes, que tiemblan esperando la desgracia que suponen está cerca.

Y no faltan quienes "disfrutan" con las películas de terror. ¿Creen ellos que su susto y lo que ven se queda exclusivamente almacenado en sus cabezas? No! Van a alimentar el caos general.


Aboguemos entonces, porque los niños vean cosas suaves y amigables, en vez de monstruos y robots destructores. Analicemos: ¿No son los recuerdos dulces de lo que leíamos o nos leían en la infancia, nuestros más bellos y personales recuerdos, que en la edad adulta aún, nos han servido de refugio?

No es cierto que los niños de ahora necesiten "eso" que se apresuran a darles. Esa es más bien una estrategia publicitaria. Todo niño necesita visiones amorosas y de belleza que lo reconforten y le permitan una esperanza en este confuso mundo de competencia y desastre.

Y así como los niños, nosotros, niños grandes -porque eso es lo que en el fondo somos-, también necesitamos lecturas y películas inspiradoras, que nos inviten a buscar lo brillante y no  lo oscuro. Lo universal y no lo particular. La unión y no la separación.

¡Dejemos de pensar que por ser adultos, ya no merecemos nada hermoso!
¡Desechemos el sentimiento de culpabilidad arraigado en nuestro ego!