Cada vez que encuentre en mi mente una "verdad", sentencia o realidad inamovible, quiere decir que estoy en contacto con una de mis creencias básicas que permanece oculta a mi consciente y que deforma de una u otra manera mi perspectiva de la vida.
Cada vez que nos oigamos decir "Esto siempre es así" debemos sospechar que hay algo arraigado fuertemente en nuestras creencias y que es necesario revisar, para ser consciente de la conveniencia o inconveniencia de sus efectos.
Ayer no más, me oí a mí misma aconsejándole a una chica joven, -destrozada al descubrir que su padre tenía un hijo fuera del matrimonio-: "Tienes que perdonarlo y dejar de sorprenderte... cuando madures sabrás que todos los hombres son infieles".
¿Qué?
¿Cómo que todos los hombres?
¿Cómo que todos los hombres?
Haber generalizado de esa forma tan brutal significa que tengo una creencia
de fondo muy arraigada... que debe haber dominado mi relación con mis parejas en forma para nada beneficiosa, además.
En mi caso particular, esto indica que es necesario trabajar ese tema y establecer en su reemplazo una creencia más conveniente para mis relaciones interpersonales.
Porque en la dualidad nada está garantizado.
Nada es absoluta verdad o mentira.
Se trata de un caleidoscopio que depende de la mirada y posición de cada uno.
Y nuestra visión se apoya en nuestras creencias, que son lo que damos por sentado y no nos permitimos discutir jamás, como ya hemos hablado en otras entradas de este blog.
Los lectores pueden hacer lo propio y sacar provecho de este análisis.