Las emociones inconvenientes no surgen de la nada... Son el reventar de algo que está dentro etiquetado como una verdad absoluta, pero que por esos azares de la vida, está en conflicto con lo que nos agrada y nos hace felices.
Un doctor Rodriguez en Quito, que más que médico, era un gran sicólogo, me decía que la paz interior se lograba solamente cuando había concordancia entre tres factores vitales:
- Lo que se cree,
- Lo que se siente y
- Lo que se hace.
En esas nos la pasamos... En una lucha constante, sin entender que la solución a esos momentos en que nos sentimos mal, o aquellas épocas en que la vocecita de la conciencia nos martiriza, lo que se requiere es unificar los tres factores. Y para ello hay que comenzar por el principio: Cambiar la creencia que está en el fondo.
En la misma línea de pensamiento, Seth dice que no podré entender mis emociones, a menos que conozca mis creencias. En general, para las emociones agradables y para las desagradables también...
Mi caso hoy. En este momento en que el sábado se termina sin haber hecho nada creativo, la emoción que predomina en mí es de aprisionamiento: Me siento maniatada como si hubiera grandes cosas que pudiera hacer, pero no me son permitidas. Por alguna razón no están a mi alcance. Y mientras tanto el tiempo pasa...
¿Cual será la creencia que subyace y genera dicha emoción? Tal vez...
- Creo que me debo a una rutina opaca, de la que solamente yo puedo encargarme.
- Creo que estoy atada por la gratitud y la culpa.
- Creo que ya es tarde para todo. La vida se está acabando.
- Creo que soy libre. ¿?????
- Creo que está bien expresar lo que me gusta...
- Creo que es justo sacar tiempo para mis cosas... Y es posible administrar mejor mi tiempo para tener más espacios para mi misma...
- Creo que aún estoy joven y hay mucho que hacer y que ver...