domingo, 17 de enero de 2016

Por qué no voy a Misa



Yo sí iba a misa con devoción en mi infancia, en la capital del país.

Esa práctica diaria me aportó espiritualidad y confianza en el misterio. 
Me enseñó a quedarme quieta y a ser reverente con lo desconocido. 

Me encantaba la ceremonia como se hacia en el colegio: luces bajas,  incienso,  cantos enamorados a capella... silencios y energía compartida. 

Además, tuve la fortuna de tener el complemento sabio de mi misal para adolescentes, lleno de historias relevantes, biografias ejemplares y salmos delirantes de amor, me entusiasmaban mucho.

Sin embargo a los 14 años fui a vivir al campo y el sistema educativo al que me sometí voluntariamente fue otro muy diferente. La Naturaleza tomó el primer lugar y en ella encontré mi Verdad. 

Mi mente se iba abriendo al gozo de encontrar al Ser Supremo en toda la hermosura que iba conociendo al caminar por mi bello pais.


Gracias a la universalidad de Manfred, -mi profesor de filosofía-, supe de mil corrientes de pensamiento, por lo que empecé a estudiar las religiones orientales y pude notar que en el mundo había otras perspectivas también muy válidas. 

Me sumergí en ellas y empecé a practicar enseñanzas y a ensayar sus técnicas. 

Me gustaron mucho porque coincidían con mi adoración por el Infinito en la diversidad de la Naturaleza y daban explicaciones no míticas sobre la existencia. 
 
También por ese entonces  cayó en  mis manos la biblioteca de mi adorado tío Alfredo López Lezama, plena de conocimiento de todas las épocas y de lecturas no ortodoxas.

Entonces, la ceremonia dominical se me volvió una tortura, pues el nuevo lugar no era el mejor para mi introspección: Se me antojaba demasiado iluminado,  sucio, con una muchedumbre maloliente que predominaba y una élite que modelaba presumiendo la última moda. El sitio me molestaba  por su ruido y por sus sermones elementales, para los cuales yo ya tenía argumentos que refutaban fácilmente lo que se decía allí en forma dogmática. 


A partir de esa época me declare libre-pensadora y me dedique a escudriñar la Verdad, dándole la oportunidad de ser oída a toda filosofía, secta y comunidad que pasara frente a mí. 

Ya nunca me deje atrapar por los fanáticos de ningún bando ni religión y me dediqué a construir mi propio rompecabezas de la Realidad, buscando -como todos-,  ser feliz y además,  ser consciente para obtener el control de mi existencia. 

Esa era la confesión: Por eso no voy a ceremonias de ningún tipo,  incluyendo la misa católica.

Soy muy tolerante con las ideas religiosas de los demás,  y pienso que cada uno tiene su propio nivel y no tiene derecho de modificar el de los demás.  
(Por eso además, los misioneros me molestan sobremanera).