jueves, 24 de marzo de 2016

Nuestro Desconocido Negro Interior



¡Qué raro! A nadie le extraña que nosotros, "los ciudadanos de bien", morbosamente nos distraigamos viendo aventuras y dramas de violencia y engaño, con la velada disculpa de que esperamos el final feliz en el que triunfen "los buenos".

¿Qué estamos alimentando con esa costumbre, ya vuelta hábito? 

¿No será que esa anti armonía que en general produce la industria del cine, la televisión, los vídeos, está en real sintonía con nosotros?
¡Si no fuese así no daría tanto rédito!

A algunos, a los hombres, los padres... Les gustan las películas de guerra.

Las madres disfrutan las novelas de desamor y traición... De hijos ilegítimos que claro, algún día, reclaman su herencia.

A los jóvenes les gustan los combates estelares de monstruos con armas que queman y desintegran al otro... Y no digamos qué es lo que ahora hacen los niños en sus programas interactivos.

La mayoría  de la gente perece por las  series policíacas que ilustran las formas de muerte y asalto y secuestro posibles.

Muchos se regodean con la recreación de masacres y macabros hechos históricos, alegando "esto sucedió verdaderamente". También les gusta ver películas de violento racismo y hasta de esclavismo.  

Éxito sin discusión tienen las de narcos con toda su opulencia, quienes terminan ganándose la simpatía de la tele audiencia.

Y todos caemos en el noticiero:
Máximo morbo de robo, desfalcos e impresionantes accidentes.

Entonces: La nuestra... La del vulgo, -Pueblo estándar semi culto-
es una actitud tan contradictoria
como si los delincuentes vieran en su tiempo libre
filmes inspiradores y biografías de místicos. 

Pero claro, no es así: Al menos ellos son auténticos.
Son malos: ¡Son unos buenos malos!
No como nosotros, que somos  buenos:
¡Malísimos buenos!

Entonces, ¿Que mundo queremos?