martes, 14 de mayo de 2013

La Injusticia con la Ciencia. Terremoto de L'Aquila

Con gran dedicación, profesores famosos como Franco Barberi han servido a Italia y a otros muchos países a los que han sido llamados para dar su opinión de expertos, sin que nunca nadie llegara a pensar seriamente en que para vulcanólogos y sismólogos fuera posible predecir con precisión la ocurrencia de un terremoto o una erupción volcánica.


En su patria, en su esfuerzo por proteger a la población, tuvo la valentía en muchas ocasiones, de alertar a los pobladores y se establecieron sistemas de alarma para algunos eventos volcánicos, que permitieron salvar vidas, infraestructura y bienes.

No obstante lo anterior, nadie con sentido común podría basarse en esos admirables pero aislados éxitos de la gestión de estos científicos, para atribuirles la responsabilidad de saber cuándo va a suceder lo impredecible, especialmente un terremoto.



Pero, lamentablemente esto fue lo que pasó en la población medieval de L'Aquila. Las construcciones del centro histórico de la ciudad, ninguna de ellas antisísmica, -dada su antiguedad-, cedieron ante un fuerte  temblor el 6 de abril del 2009, causando más de 300 muertos. Con tan mala fortuna, que el grupo científico había visitado el sitio una semana antes y había opinado que no veía peligro inminente para la ciudad, a pesar de que venían sucediéndose pequeños sismos desde hacía unos meses. Más bien interpretaron la situación (como se ha hecho acertadamente en otros lugares), como que los temblores frecuentes podían estar aliviando la presión, liberando energía, y tal vez con ello, disminuyendo el riesgo.

Pero el terremoto sucedió y la población afectada presionó a la justicia para que se ensañara con el grupo de científicos, quienes terminaron condenados en la más injusta y absurda de las sentencias, a 6 años de cárcel y una millonaria indemnización, como describe la nota periodística que sigue:


Uno puede comprender el dolor de los pobladores afectados. Pero destruir el nombre, la carrera y la vida de prestantes profesionales de una disciplina que no es una ciencia exacta, ni nadie la ha calificado nunca como tal, no es la forma en que el Estado debe paliarlo.

Pareciera más bien que se buscaron chivos expiatorios para evitar que los afectados, -ávidos de venganza-, reclamaran por las condiciones de inseguridad de las construcciones, ante lo cual el gobierno no había tomado jamás ninguna medida.

El caso es que ahora, esos excepcionales profesionales, injustamente condenados en un caso sin precedentes ni justificación, esperan la fecha de una última audiencia de apelación, que un juez arrogantemente, se demora en fijar.

Cuento esta historia aquí, porque me duele personalmente, pero también en la esperanza de que a alguno de los lectores se le ocurra alguna idea para ayudarlos. También espero de los muchos despiertos que leen este blog, un instante de solidaridad y un pensamiento de simpatía hacia los injustamente condenados, actitud que estoy segura, podrá cambiar el curso de los acontecimientos, transformando la pesadilla de esas siete familias de bien, en la tranquilidad de tener nuevamente a sus padres queridos en casa. ¡Como debe ser!

Adjunto una fotografía de mi admirado profesor, el geólogo Franco Barberi, quien merece estar libre y ser restituido en su honra y su prestigio. Mándale, por favor, algo de tu energía y seguro que veremos que todo se resuelve favorablemente. ¡Mil gracias!!!!


Nota del 12 de noviembre del 2014: Franco fue absuelto el día de ayer, junto con 5 de sus compañeros. El juez aceptó la apelación y el jurado reconoció la inocencia de los científicos. ¡Gracias a Dios!