Porque lo eres todo, tienes todos los nombres:
Te llamábamos Atón en la antiguedad, pues iluminabas y dabas calor.
Luego Yahveh, cuando andábamos perdidos entre la arena.
Jeovah, el Yo-Soy, adoración del enamorado gran David (y mío).
Adonai, el señor rey.
Elohim... (¿raza de dioses?)
Emmanuel, el que nos acompaña en todas partes.
Te reconocimos en los mil rostros de Brahma...
Y también en el espacio.
Para los pensadores de ahora, eres el Todo.
O el Infinito... que envuelve la nada.
Aura Mazda y Orduz con Zarathustra.
Esculturas milenarias de Marduk en la lejana Babilonia.
¡Zeus entre relámpagos y cortes griegas!
Mientras tanto, embelesado Vishnú, gozando el Paraíso.
La Fuerza que mueve la selva, el viento.
El Creador de tanta belleza y perfección en el Edén
Oscuro entre galaxias... ¡Cósmico! De los Rosacruces.
El tan discutido Alláh, recientemente...
Odín en el norte, o Wotán sobre una barca enfurecida.
El Ojo-que-todo-lo-ve, omnisapiente.
Te llamas Augusto...
El hermoso Krishna bailando en cascabeles...
¡Abraxas surgiendo del fuego! El de Hesse.
Teótzin entre los aztecas del pasado y Tata Dios ahora entre los indios;
El omnipotente Júpiter en Roma después Deus, con el latín...
Los sabios antiguos y luego los ocultos, te decían el Logos.
El Ser Supremo... La Divinidad...
El Omnipotente, el Uno.
¡El Gran Arquitecto del Universo!
Agrega a la lista los secretos nombres
que menta cada una de tus creaciones
cuando te alaba alegre
te teme en la tormenta
o cuando infante de rodillas anochece.
Te llamas María, Steven, Olivier,
Emilio, Clara y los que van por la 68.
¡Y te llamas Jesús, por supuesto! Como se llamó tu enviado principal.
¿Cómo te llamarán los delgados habitantes de las Pléyades?
Te llamaste los Diez-mil Budhas... Ahora te llamamos Padre.
¿Algún día te llamaremos Amor?
Cómo serás de inmenso,
¡Que hasta a mis nombres respondes!!