viernes, 12 de febrero de 2016

El Último Papa de Roma


La forma de gobernar el papa Francisco I está polarizando a su rebaño. Un alto porcentaje de éste lo adora con locura y lo admira por sus actitudes abiertas, humanas y revolucionarias en la Iglesia Católica, mientras que va creciendo otra fracción que ve con disgusto los cambios que hace en deterioro de la ortodoxia y el poder de la organización religiosa.

Y no hay que extrañarse de eso, pues nada más el deseo de reunirse con pontífices y patriarcas de otras religiones puede verse como una señal de debilidad a los ojos de los católicos más radicales, que aún en este siglo se quejan de que es una herejía decir que todos los hombres se van a salvar; a ellos les gusta pensar que el infierno sigue aguardando a los que están por fuera de su grupo.

Tampoco le gusta a los más ortodoxos que se deje de excomulgar a la gente y que se suavice la rigurosidad de los castigos a ciertas fallas humanas... Que acepten a grupos como la comunidad gay...
Pero lo mejor es que esté revisando las cuentas del Banco Vaticano... ¡Eso sí que es admirable! ¡Me fascina!

Sin embargo, la reacción interna cada vez va a ser mayor: Por ejemplo, en Colombia salió a decir el director de un canal religioso de televisión que este era el anunciado "papa negro" que iba a destruir a la iglesia. Y coincido en que probablemente es el fin de las iglesias como organizaciones dogmáticas y que probablemente no haya otro papa más. Pero no en una visión apocalíptica como proclaman estos fanáticos, sino porque la unidad de los credos significa un avance en el género humano.

 ¿Tendrán razón las profecías que anuncian la salida del Vaticano de Roma?
¿En qué dirección será el cambio?

El aludido canal se caracteriza por unos analistas oscuros que buscan en cada suceso la mano demoníaca que ellos mismos tienen en su cabeza. Pero con las barrabasadas hablan públicamente hacen mucho mal: Esos medios sí los debería controlar la iglesia si desea mantenerse con las mayorías, pues la gente ya no es tan crédula y además, ha recibido la influencia de otras corrientes más liberales y humanistas.

Es indudable que la religión es el opio del pueblo. Aunque su origen sea loable, desde hace centurias fue utilizada por los poderosos para mantener su dominio sobre el pueblo. Porque una masa que no piensa y que está asustada es más fácil de manejar que un grupo pensante. Pero confiemos en que ahora ya pasó esa época. Viene vibraciones cósmicas superiores sobre el planeta y ya es hora de que demos un paso adelante en el ascenso a esa espiral de la conciencia. Por lo tanto, no es lícito asustar a nadie con castigos eternos ni dejar en zozobra las almas de gente sencilla.

Así que, si este es el último papa, ayudémosle a hacer los cambios en busca de una unidad universal (que es bien diferente del político Nuevo Orden Mundial, del que es necesario cuidarse). Pero si empezaran a notársele tendencias políticas o apoyo a los grandes poderes económicos, debemos estar alertas.

Por ahora le damos a Francisco I el beneficio de la duda.