sábado, 20 de febrero de 2016

Fábula de la Hormiga



Nunca me pregunto  (casi nunca),
por qué Dios se encarna y desencarna,
crea mundos y experiencias,  
juega en vibraciones y frecuencias
para luego ensimismarse en el vacío;
pues desde pequeña 
me respondí con el símil de la hormiga.

La frágil e insignificante hormiga
que se salva por azar del pisotón, 
no debe tratar de entender a la persona,
so riesgo de volverse loca.

No debe cuestionar por qué el zapato.
Ni por qué el camino. 
Ni el lenguaje ni el horario
Ni tampoco afanes y divertimentos.

Todas las actividades de las personas
de su comprensión son  tan distantes
que perdería su vida la hormiguita,
tratando de entender tan sólo una.

Igualmente,  en nuestro caso, 
¿Preguntarse por qué Dios?
Más vale seguir el inteligente ejemplo
del insecto y hacer lo propio a cabalidad y conciencia
sin tratar de entender lo inentendible.

No quiere esto decir que sea menos
la vida de la negra trabajadora de los túneles.
Hace lo que tiene que hacer en armonía
Incluso mejor que alguna gente...

Ella sobrevive sin desfallecer en el cemento
hasta que da con el montón de azúcar.
Camina en fila porque es su orden y su instinto,
y se alimenta en la cantidad justa,
actuando  en todo momento como hormiga.


No vale que se ponga la pequeña
a lamentar su insignificancia en el universo,
ni que trate de averiguar el infinito.
Ni que cuestione el alimento
o la  dureza de la tierra y el clima...

Como ella yo estoy bien en mi certeza
de que como están,  las cosas están bien ¡Y tienen un sentido!